HISTORIA MILITAR DE ESPAÑA
Campañas




GUERRA CONTRA INGLATERRA (1796 - 1802)

ATAQUE A SANTA CRUZ DE TENERIFE (25 de julio de 1797)

Una fuerza de desembarco de 1200 soldados británicos encabezados por el propio almirante Nelson fue derrotada por el general Gutierrez, Comandante General de las Islas Canarias, quien les ocasionó numerosas bajas tras cinco horas de combate nocturno.


Antecedentes
Las intenciones británicas
Las tropas de la defensa
El primer asalto fallido
El regreso de los británicos
El desembarco
La segunda oleada
La lucha en las calles
La capitulación
Intercambio de cartas
El final. Las bajas








Antecedentes

El general don Antonio Gutierrez, Comandante General de las Islas Canarias, recibió la notificación oficial de la declaración de guerra contra Gran Bretaña en noviembre de 1796. A partir de entonces comenzó a preparar la defensa de la isla para hacer frente a una posible agresión por parte de los británicos. Para ello contó con la colaboración del Cabildo de la isla y del alcalde de Santa Cruz de Tenerife en todo momento, quienes ofrecieron la colaboración de los paisanos para aumentar las mermadas fuerzas de defensa.

Las intenciones británicas de atacar el archipiélago se hicieron pronto evidentes, pues el 18 de abril se produjo el apresamiento de la fragata PRÍNCIPE FERNANDO, producto de un audaz ataque sorpresa dirigido por el intrépido capitán Richard Bowen, al mando de las fragatas TERPSICHORE y DIDO. El ataque puso de manifiesto que los buques británicos campaban por sus respetos en aguas canarias, sin posibilidad de ayuda por parte de la flota de guerra española, que se encontraba bloqueada en Cádiz por la británica tras su derrota en la batalla de San Vicente.

Tras esta incursión, tinerfeños pudieron observar cómo los británicos reanudaron su presencia frente a Santa Cruz, pues el 26 de abril se vió una fragata británica cruzar sucesivas veces la bahía fuera del alcance de la artillería costera observando las defensas. Tres dias despues, el 29 de abril, esta maniobra fue repetida por otras dos fragatas. Estas maniobras obligaron al general Gutierrez a reforzar las defensas y a aumentar los puestos de vigilancia. Asimismo, el 1 de mayo se estableció un Plan de Rondas para vigilar seis sectores en que fue dividida la plaza, con una fuerza de 20 paisanos asignados a cada sector.




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El 27 de mayo, sábado, se presentaron las fragatas MINERVE (44 cañones) y LIVELY (38 cañones) procedentes de Lisboa al mando del capitán Benjamín Hallowell. Solicitaron parlamentar, cosa que hicieron tras echar un bote al agua con bandera blanca. Tras entregar un sobre para el general Gutierrez solicitando la entrega de prisioneros británicos, aprovecharon todo el tiempo para estudiar con descaro las defensas de la plaza. El general Gutierrez supeditó la entrega al canje de prisioneros españoles que hubiera a bordo de las fragatas, y debido a que no tenían ninguno, los británicos abandonaron las aguas de Santa Cruz. La visita de los británicos sirvió para aumentar la intranquilidad y zozobra de los tinerfeños, que redoblaron la vigilancia. No obstante, en la madrugada del 29 de mayo tuvo lugar la segunda incursión de los británicos, que finalizó con el apresamiento de la corbeta LA MUTINE, buque francés que había llegado al puerto de Santa Cruz el 26 de mayo procedente de Brest.

El 4 de junio otras dos fragatas británicas se acercaron de nuevo a la plaza y solicitaron parlamentar. De nuevo repitieron su deseo de que se les entregaran los prisioneros británicos de la plaza (que eran tan solo diez ciudadanos, apresados por el general al tener conocimiento del estado de guerra). Esta vez los británicos ofrecían a cambio los franceses de LA MUTINE y los españoles de un barco que habían apresado procedente de Cádiz. El general aceptó y el canje se efectuó entre los dias 5 y 6 de junio. El nerviosismo de la población era tal que la noche del 5 se dió una alarma creyendo ver lanchas enemigas rumbo al puerto.

El 9 de julio se volvió a ver a las fragatas MINERVE y LIVELY persiguiendo a un barco español que trataba de zafarse de la caza navegando hacia la protección que le ofrecían los cañones del fuerte de San Andrés. Sin embargo, una de las fragatas logró apresarle y sacarlo a remolque de sus lanchas, a pesar del intercambio de cañonazos con el fuerte. Al día siguiente llegó la noticia de la entraga de Portugal en la guerra, y el rumor de que los británicos proyectaban una gran expedición contra Santa Cruz. Desde entonces, la presencia de ambas fragatas fue constante hasta el 15 de fulio, fecha en que se retiraron a Madeira a recibir instrucciones.







Las intenciones británicas

El ataque a Santa Cruz de Tenerife debe entenderse como un intento de cambio de soberanía de las islas Canarias. La pretensión de los británicos era convertirla en la primera estación de sus rutas hacia el Atlántico Sur rumbo hacia el Estrecho de Magallanes (América) o el cabo de Buena Esperanza (África). Los británicos ya contaban con bases en Nigeria, Zanzíbar y Aden; y habían expulsado a los holandeses de Ciudad del Cabo en 1794. En la ruta hacia América del Sur contaban con las islas de Ascensión, Santa Elena y las Malvinas. Por todo ello, las instrucciones del almirante Jervis a Nelson y las aclaraciones que éste le pide demuestran que el ataque no era una simple incursión en busca de botín. Además, la derrota de la flota española en San Vicente dejaron a las Canarias desamparadas, y las incursiones de los capitanes Bowen y Hallowell pusieron de manifiesto el estado de indefensión de Santa Cruz, la única plaza defendida en el archipiélago. Todo daba a entender a los británicos que la hora de la conquista de las Canarias había llegado.

El plan de Nelson, esbozado una semana antes de la incursión del capitán Bowel del 18 de abril, consistía en tomar la población por detrás, tras desembarcar al Norte o Sur de la plaza, pues sabía que las colinas no estaban fortificadas. Para ello solicitó a Jervis las tropas del general Burgh, cuerpo de 3.700 hombres precedentes de Elba, con sus cañones, morteros y el material pesado. Suponía que tardaría tres dias en tomar la plaza. Pero el almirante Jervis, que estaba frente a Cádiz bloqueando a la flota española, no se decidía al ataque. Tras la incursión del capitán Hallowell del 29 de mayo el almirante Jervis por fin se decidió, y el 14 de julio entregó a Nelson las órdenes del ataque a Santa Cruz de Tenerife.

En sus aclaraciones a Nelson, Jervis le ordenó que sus requerimientos de rendición debian extenderse a toda la isla, no solo a la plaza, y que las exigencias de contribuciones debían incluir las islas de "Palma, Gomera, Ferro, Forte Ventura y Lancerote".







Las tropas de la defensa

La defensa de las islas Canarias estaba encomendada a las milicias provinciales, integradas por gente del país que no eran soldados profesionales. En 1771 se reformaron las citadas milicias, de forma que en la isla de Tenerife quedaron organizadas en cinco regimientos de Infantería y tres compañías de Artillería:

  • Rgto. de Milicias del distrito de La Laguna, al mando de don Tomás Lino de NavaGrimón y Porlier, V marqés de Villanueva del Prado.

  • Rgto. de Milicias del distrito de La Orotava, al mando de don Antonio Francisco Salazar de Frías y Franchy, IV conde del Valle de Salazar.

  • Rgto. de Milicias del distrito de GÜimar, al mando de don Diego ANtonio de Mesa y Ponte.

  • Rgto. de Milicias del distrito de Garachico, al mando de don José Domingo de Molina y Briones, V marqués de Villafuerte.

  • Rgto. de Milicias del distrito de Abona, al mando de don Antonio Francisco de Lugo

  • Compañía de Artillería del distrito de La Orotava.

  • Compañía de Artillería del distrito de Garachico.

  • Media Compañía de Artillería para la Candelaria.

  • Media Compañía de Artillería para el fuerte de San Andrés.

Por R.O. de 31 de diciembre de 1792 se crea el Batallón de Infantería de Canarias, al mando del coronel de Infantería don Antonio Claraco y Sanz. Estaba formado por un total de 622 hombres, entre oficiales y soldados profesionales, y entre sus misiones estaba la de encuadrar y entrenar a los milicianos provinciales que se les agregasen.

Para cumplir la R.O. de 29 de marzo de 1794, el general Gutierrez formó un Cuerpo Expedicionario con el Batallón de Infantería de Canarias y tres compañías de milicias formadas por "gente soltera y robusta" entresacada de los cinco regimientos de milicias. Las tropas embarcaron en junio para tomar parte en la campaña del Rosellón al mando del teniente coronel graduado don Juan Guinther, y no regresaron hasta 1796.

En aquellos años, las fortificaciones de Santa Cruz de Tenerife estaban formadas por una serie de castillos y reductos fortificados que daban su cara al mar, establecidos de norte a sur a ambos lado de la plaza. Ésta estaba delimitada por los castillos de Paso Alto en el extremo norte, San Juan en el extrem sur, y San Cristóbal en el centro, que era el principal de la plaza. El conjunto de fuertes y baterías era el siguiente:

  • Torre de San Andrés, el más septentrional de las defensas de Santa Cruz.

  • Castillo de Paso Alto.

  • Fuerte de San Miguel, en la margen izquierda de la desembocadura del barranco de Tahodia.

  • Batería de Santa Teresa, en la margen derecha de dicho barranco.

  • Batería de La Candelaria.

  • Batería de Santiago.

  • Batería de San Rafael.

  • Batería de El Pilar.

  • Batería de San Antonio.

  • Batería de Santa Isabel, en el extremo norte de la ciudad.

  • Fuerte de San Pedro, en el extremo norte de la playa de la Alameda.

  • Batería del Rosario, en la mitad de la playa de la Alameda.

  • Castillo de San Cristóbal, el principal de la plaza, junto al muelle, con cuatro baluartes artillados.

  • Batería del Muelle.

  • Plataforma de la Concepción, a la izquierda de la Caleta de la Aduana.

  • Batería de San Telmo, muy al sur de la plaza, pasado el barranco de Santos.

  • Batería de San Francisco.

  • Castillo de San Juan.

  • Baterías de las Cruces y Barranco Hondo.

Estos puestos estaban bien fortificados y armados con 84 cañones (a fecha de 12 de junio) y 7 morteros, si bien estaban a un 50% de su dotación (375 presentes de una dotación de 728 artilleros), que además incluía un gran número de inútiles, de permiso y milicianos sin instruir.

La muralla que unía todos estos puestos se construyó en 1656 y consistía en un parapeto de tierra revestido interior y exteriormente con muros de piedra y barro, y un espesor de tres metros y medio. El conjunto estaba diseñado para hacer frente a un ataque desde el mar y siguiendo las inflexiones del terreno. Tenía una altura de apenas unos dos metros sobre el terreno, y ofrecía una cobertura de un metro al camino de ronda.

El Jefe de Ingenieros era el coronel del Real Cuerpo don Luis Marqueli y Bontempo, nacido en Saboya, Milanesado, el 1 de enero de 1740. Llegó a Mariscal de Campo y a Director Subinspector de Ingenieros. Falleció en Santa Cruz el 16 de diciembre de 1817. Tenía a sus órdenes a don Manuel Nadela como ingeniero extraordinario.









El primer asalto fallido

El 15 de julio el contraalmirante Nelson zarpó de Cádiz con un escuadrón de 3 navíos, 3 fragatas, 1 cúter y 1 bombarda, con un total de 393 cañones y una fuerza de unos 2.000 hombres. No iba del todo contento, pues pretendía apoderarse de toda la isla, no sólo saquear el puerto, y para ello tenía menos tropas que las que deseaba.




Buques que formaban el escuadrón británico del almirante Nelson. El THESEUS fue el buque insignia. El LEANDER se unió a Nelson en aguas de Santa Cruz el 24 de julio, procedente de Lisboa.


El 17 de julio Nelson convocó una reunión de capitanes en el THESEUS, donde expuso su plan, que era el mismo ya esbozado en abril: desembarcar por sorpresa al NE de Santa Cruz, apoderarse de la fortaleza de Paso Alto y las colinas circundantes, atacar la plaza por la espalda y apoderarse del castillo de San Cristóbal y del muelle. Antes del ataque a la plaza el capitán Troubridge podría entregar al general Gutierrez un ultimátum exigiendo la rendición en un plazo de media hora.

El 20 de julio convocó otra reunión y nombró al capitán Troubridge comandante en jefe de las tropas de desembarco, compuesta por un total de unos 900 hombres, a razón de 200 hombres de cada navío y 100 de cada fragata. Las tropas estarían bajo el mando de los capitanes Miller, Fremantle, Bowen y Waller; los infantes de marina bajo el mando del capitán Thomas Oldfield, y un destacamento de 80 artilleros al mando del teniente Baynes. Cuando cuatro días más tarde se unió el navio LEANDER, la fuerza de desembarco aumentó a 1.200 hombres.

El escuadrón de Nelson llegó a la bahía de Santa Cruz en la madrugada del 21 al 22 de julio. Según el diario de Nelson, a las 04:30 las tres fragatas estaban frente a la plaza. Acto seguido se botaron las lanchas y se dirigieron a tierra. Pero una campesina les vió, dió la voz de alarma y se dispararon tres cañonazos desde Paso Alto. En vista que ya no contaban con la sorpresa, los británicos regresaron a sus buques.

A las 09:00 horas del 22 de julio los capitanes Troubridge, Bowen y Oldfield subieron a bordo del THESEUS para discutir con Nelson la táctica a seguir una vez que se había desvanecido el factor sorpresa. Convinieron en fondear las fragatas y las lanchas de desembarco frente al barranco del Bufaredo, al NE de la plaza y fuera del alcance del fuego artillero del fuerte de Paso Alto. Entre este barranco y el fuerte de Paso Alto se encontraba la Meseta del Ramonal y la Altura de Paso Alto, separadas ambas por el barranco de Valleseco. Mientras la fuerza terrestre desembarcaba en la playa del Bufaredo, los navíos debían efectuar un bombardeo de diversión y cobertura sobre Paso Alto. Desgraciadamente para Nelson, las corrientes de la bahía impidieron a los navíos efectuar tal bombardeo.




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Mientras los británicos desembarcaban en la playa del barranco de Bufaredo, el gobernador del fuerte de Paso Alto, don Pedro de Higueras, envió un pequeño destacamento de soldados a la Altura de Paso Alto para vigilar los movimientos enemigos y evitar que tomasen aquella altura. Entre tanto, el general Gutierrez, que estaba siguiendo las evoluciones británicas desde el castillo de San Cristóbal, envió a aquella Altura una fuerza de 200 hombres al mando de don Domingo Chirino Soler, teniente coronel y jefe de la División de Cazadores. Tras la ocupación en fuerza de la misma por los españoles, los británicos retrocedieron hacia el Norte y tomaron la Meseta del Ramonal. De esta forma, atacantes y defensores quedaron separados por el barranco de Valleseco.

Además de cerrar el paso a los británicos hacia Paso Alto, el general Gutierrez dispuso sus tropas para cortar el avance enemigo hacia el interior de la isla. Para ello envió otro destacamento a ocupar la Cruz de Afur al mando del teniente don Nicolás García, y otro destacamento de 30 hombres hacia La Laguna al mando del teniente coronel don Juan Creagh, del Batallón de Infantería de Canarias. Allí se les unieron 50 rozadores milicianos, contactaron con el destacamento de la Cruz de Afur y ocuparon el Roque de la Fortaleza, donde se les unieron 500 milicianos y paisanos encabezados por el alcalde de Taganana. De esta manera, los británicos quedaron aislados y sin posibilidad de avanzar hacia el interior.

Después del mediodía, españoles y británicos comenzaron a intercambiar disparos bajo un sol abrasador, sin ningún resultado por la excesiva distancia que les separaba. Algunos enemigos trataron de bajar al barranco de Valleseco por agua, pero los españoles y algunos franceses que combatían con ellos se lo impidieron. El calor era tan agobiante que el teniente coronel Chirino solicitó al general Gutierrez el envío de alguna lona o vela donde poder guarecerse. Varias mujeres subieron a la Altura de Paso Alto pan, fruta, alimentos y agua en cántaros a los soldados alli desplegados. Por su parte, los británicos sufrieron algunos desmayos debido al calor, y un oficial confesó tres dias más tarde que en su vida había pasado tanto calor como en la Meseta del Ramonal.

Tras el fracaso de esta tentativa, los británicos reembarcaron sus tropas durante la tarde del 22 de julio. Al día siguiente, el general Gutierrez retiró a las tropas desplegadas ante la evidencia de que el enemigo se había retirado de la isla. No obstante, no se rebajó la vigilancia, y el general Gutierrez continuó enviando destacamentos a Puerto Caballos y a San Isidro en vista de la aparición de la escuadra británica por aquellas aguas.

A pesar del fracaso del enemigo, el general Gutierrez se convenció de que en caso de volver a atacar, los británicos lo harían hacia Santa Cruz, tratando de desembarcar esta vez en el lado opuesto, es decir, hacia el muelle y el barranco de Santos.







El regreso de los británicos

Al amanecer del 24 de julio el escuadrón británico del almirante Nelson apareció de nuevo frente a la plaza de Santa Cruz de Tenerife, de forma que a las 08:00 horas se encontraba a unas 4 leguas del puerto aproximándose ganando barlovento. A las 10:00 horas se unió a ellos el navio LEANDER, de 50 cañones. A las 17:30 horas los buques británicos formaron en línea en el mismo lugar donde lo hicieron para el ataque del dia 22, a pocas millas al norte de la plaza; acto seguido los británicos comenzaron a bajar las barcazas de desembarco. Las escalas de asalto que llevaban las fragatas enemigas colgadas de sus costados no dejaba lugar a albergar dudas sobre las intenciones de los británicos.

Entre las 19:00 y 19:30 horas la bombarda RAYO se acercó a la costa frente a Paso Alto y comenzó a disparar su cañón contra esta posición, llegando a lanzar 43 bombas de 9 pulgadas que hicieron poco daño. Las baterías de Paso Alto y San Miguel, las más cercanas, respondieron al fuego, que se prolongó hasta bien entrada la noche.







El desembarco

Nelson cenó aquella noche a bordo de la fragata SEAHORSE y regresó al navio THESEUS, donde se juntó con los capitanes de los barcos para discutir los últimos detalles de la operación. A las 23:00 horas toda la fuerza de desembarco se reunió junto al navio THESEUS: 700 hombres en las lanchas de desembarco, 180 hombres a bordo del cuter FOX, 70 ú 80 en una barca española capturada. Formaron seis divisiones al mando de los capitanes Troubridge, Hood, Miller y Waller, Thompson, Fremantle y Bowen. Nelson iba en la barca de capitán Thompson.

La flotilla comenzó a remar en silencio, de forma que entre las 01:00 y 01:30 horas de la madrugada del 25 de julio se encontraban a medio tiro de cañón de la cabecera del muelle.

Nelson eligió una noche cerrada y sin luna para el ataque, por lo que los españoles no se percataron del avance enemigo durante los primeros momentos del mismo. Hay confusión documental sobre quien fue el primero en dar la alarma; unos se decantan por los gritos de alarma de los barcos españoles fondeados en el puerto; otros por un disparo de cañón realizado desde el castillo de San Pedro. Sea como fuere, tan pronto como los españoles se dieron cuenta del avance de la flotilla de desembarco enemigo, se desencadenó sobre ella todo el fuego artillero de los fuertes y baterías de la linea defensiva desde Paso Alto hasta San Telmo. La intensidad del mismo fue tal que el guardiamarina del THESEUS Willian Hoste escribió a su padre que el cañoneo "fue de los más intensos de los que yo haya sido testigo, así como un fuego de fusilería bastante regular." El fuego de los españoles, unido a la corriente, desorganizó la flotilla e impidió que las lanchas llegaran juntas a la zona de desembarco, situada en el muelle y playas de su derecha (Caleta de la Aduana) e izquierda (Playa de la Alameda), para atacar posteriormente el castillo de San Cristóbal.




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La llegada de los británicos se produjo entre las 02:00 y las 02:15 horas. Sus puntos de arribada fueron aproximadamente los siguientes:

  • Muelle del puerto, donde arribó una lancha. Un reducido número de unos 40 soldados británicos se lanzó hacia escaleras arriba hacia el espigón bajo el fuego desordenado de los Cazadores Provinciales, quienes se retiraron ante el empuje enemigo. Ante la deserción y huida del teniente de Artillería don Joaquín Ruiz y sus artilleros, los británicos lograron tomar la batería del Muelle y clavar cinco de sus siete cañones. Finalmente los Cazadores Provinciales, dirigidos por el propio general Gutierrez, organizaron su fuego y realizaron una descarga cerrada sobre los británicos. Del grupo de asalto británico no quedó prácticamente nadie con vida. Posteriormente, la batería del Muelle sería encomendada al teniente Grandi por el propio general Gutierrez.

  • Playa de la Alameda, donde arribaron cuatro lanchas en las cercanías del muelle. Su presencia, cuyo número ignoraban los defensores, provocó la huida de las tropas y milicias desplegadas en aquel sector sin que sus mandos pudieran controlarlas. Lo que parecía iba a convertirse en un triunfal avance británico se convirtió en una terrible carnicería, pues el capitán don Luis Román (Rgto. de Milicias de Güimar) y el teniente don Francisco Jorva (Rgto. de Milicias de Garachico), junto con 7 milicianos y 6 soldados permanecieron en su puesto, desde donde no cesaron de disparar contra los británicos. A ellos se unió el mortífero fuego de metralla del cañón El Tigre, situado en el baluarte de Santo Domingo del castillo de San Cristóbal, colocado allí dos noches antes, despues de abrir un boquete en el muro, por el teniente de Artillería don Francisco Grandi tras comprobar que aquel sector de la playa estaba sin batir por sus piezas ni por las de la Batería de San Pedro, situada al otro extremo de la playa.

    El intrépido capitán Bowen y su segundo, el teniente Thorp, resultaron muertos, mientras que el capitán Fremantle resultó herido. Allí fue donde el almirante Nelson resultó herido en el brazo derecho, de forma que tuvo que ser reembarcado hacia el THESEUS, donde se procedió a la inmediata amputación del brazo mientras proseguía la lucha en las calles de Santa Cruz. Los británicos supervivientes se vieron obligados a regresar a los buques anclados en la bahía en las barcas de pesca que estaban varadas en la playa, dejando tras de sí un gran número de muertos y heridos. Cuando el fuego finalizó,los españoles bajaron a la playa e hicieron prisioneros a todos los británicos supervivientes.

    Acompañando a las lanchas de asalto de la playa de la Alameda se encontraba el cuter FOX, que resultó hundido con sus 170 soldados a bordo por el fuego de la artillería española de las baterías de San Pedro, San Miguel y Paso Alto. Resultaron muertos 101 británicos ahogados.

  • Caleta de la Aduana, donde arribó una lancha; y en sus proximidades, desviadas hacia el sur entre la citada caleta y el barranquillo del Aceite, arribaron otras tres lanchas. Ambos grupos se reuniron en la plaza de la Aduana, comandados por los capitanes Troubridge y Waller. Ante la falta de defensores lograron internarse en la plaza por la calle del Sol, pero una vez en ella fueron llevados mediante engaños por los lugareños y prisioneros que hicieron hasta la plaza de Santo Domingo, situada muy en el interior, cruzado el barranquillo del Aceite, y lejos de la céntrica Plaza de la Pila y del castillo de San Cristóbal, quedando de esta forma aislados del resto de las tropas británicas que lograron entrar en la plaza.

  • Orilla NE del barranquillo del Aceite, el punto de desembarco situado más al suroeste, donde llegó el grueso de la tropa de invasión británica, compuesto por 24 lanchas, tras tratar de desembarcar en el barranco de Santos y ser desviados por el intenso fuego de fusilería del Batallón de Infantería de Canarias, que se encontraba defendiendo el sector. Lograron desembarcar 17 oficiales y 753 hombres, bajo el mando de los capitanes Hood y Miller. Enfrente se hallaban unos 40 soldados de las banderas de La Habana y Cuba al mando del teniente don Pedro de Castilla, quienes lograron detener el avance de los británicos con su fuego; pero el número de éstos se iba incrementando conforme llegaban los efectivos de las lanchas, por lo que el teniente retiró sus fuerzas para unirlas a las del Batallón de Infantería de Canarias, situado a su derecha defendiendo el barranco de Santos. Por su parte, los artilleros de la batería de la Concepción, situada entre la Caleta de la Aduana y el barranquillo del Aceite, huyeron de su posición, por lo que el desembarco británico no fue molestado por el fuego de la artillería, que podria haber barrido sangrientamente al enemigo de la misma manera que hizo el cañon El Tigre desde el baluarte de Santo Domingo contra los británicos que desembarcaron en la playa de la Alameda.

    Los británicos se reunieron en la plaza de la iglesia de la Concepción. Un grupo se dirigió hacia la Plaza de la Pila, pero su movimiento fue observado desde el castillo de San Cristóbal, por lo que desde él salió el capitán de Granaderos don Esteban Benítez de Lugo, del Rgto. de Milicias de Garachico, al frente de 60 milicianos. Desde el rastrillo del castillo ordenó efectuar varias descargas contra los británicos, obligandoles a retirarse dejando tras de sí varios muertos y heridos. Los británicos retrocedieron por las calles del Sol y de las Norias hacia la parte alta de plaza.

Serian las 03:00 horas cuando los británicos se encontraban deambulando por las calles de la plaza tratando de orientarse. Sobre esa misma hora el Batallón de Infantería de Canarias, al mando de su jefe, el teniente coronel don Juan Guinther, inició su avance hacia la Plaza de la Pila, movimiento que fue confirmado por una orden del general Gutierrez llevada por el sargento Mayor don Juan Bataller, oficial del citado Batallón. Hubo una serie de encuentros en los que algunas partidas de británicos fueron sorprendidos y cogidos en un fuego cruzado. En las refriegas, los británicos llevaron siempre la peor parte. Por fin, un poco antes de las 04:00 horas el Batallón estaba formado en la Plaza de la Pila, fuerte de 218 hombres, donde fue reabastecido y municionado. Allí, siguiendo instrucciones del general Guiterrez, fue dividido en cuatro destacamentos de 40 y 39 hombres, que tomaron posiciones en diferentes puntos de la plaza.







La segunda oleada

Mientras tanto, a bordo del THESEUS le fue amputado el brazo derecho a Nelson quien, sin tener noticias de la marcha del ataque y deseoso de impusar la acción, envió a la costa una segunda oleada de 300 ó 400 soldados en 15 lanchas de desembarco. Las baterías españolas observaron el avance, y comenzaron a disparar sobre los británicos. Las baterías del castillo de San Cristóbal y del Muelle lograron hundir tres lanchas.




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La cortina de metralla lanzada por los españoles sembró de bajas el avance de las lanchas, que se vieron forzadas a retroceder hacia los navíos británicos dejando en el agua numerosos cuerpos heridos y mutilados. La retirada fue tan desesperada y el número de bajas tan alto que una lancha de la fragata PRINCESA partió a prestar ayuda a los británicos, pero su acción de socorro fue impedida por el incesante fuego de las baterías españolas que se cebaba sobre la segunda oleada británica.







La lucha en las calles

En dificil saber lo que ocurrió exactamente en las calles de Santa Cruz entre las 03:00 y las 05:00 horas de la madrugada, pues los paisanos se sumaron a los soldados en una lucha despiada contra los británicos. Tenemos el testimonio de cuatro testigos presenciales:

  • El teniente coronel Guinther afirmó que "el fuego fue vivísimo, la refriega sangrienta, el enemigo aguerrido y temible."

  • El alcalde Domingo Vicente Marredo dijo que "el escopeteo fue tan vivo por ambas partes en las calles y plazas desde que principió la acción, que parecía no había de amanecer una sola persona viva ..."

  • El teniente Mateo Calzadilla, ayudante del general Gutierrez, escribió ese mismo día que "eran tantos los muertos que se encontraban en las calles, que más vale no decirlo, y muchos heridos, pero a proporción muy pocos de los nuestros y muchísimos de los enemigos muertos."

  • El comerciante Juan Aguilar relató que "no es decible el infierno que el pueblo padecía con tanto fuego en las calles de fusilería, ... las tropas no se veían sino con el fuego, cada calle era un volcán ..."

Los británicos, que estaban al mando del capitán Troubridge, fueron poco a poco arrinconados en la plaza de Santo Domingo. Sobre las 04:45 el teniente coronel Guinther les envió un parlamentario con bandera blanca intimándoles la rendición. Ante su negativa, los españoles arreciaron el fuego y fueron concentrándose más tropas, milicianos y paisanos en los alrededores de la plaza. Su número era tal que los británicos se vieron obligados a penetrar a la fuerza en el convento de Santo Domingo con objeto de protegerse del fuego de fusilería y artillería de campaña. Aún así, su desfachatez les llevó a enviar tres emisarios al general Gutierrez intimando la rendición de la plaza.







La capitulación

Entre las 05:30 y 06:00 de la madrugada los españoles iban a incendiar el convento e iniciar un asalto sobre el mismo, cuando el teniente coronel Guinther vió que un oficial británico se acercaba con bandera blanca. Fue conducido ante el general Gutierrez, a quien volvió a solicitar la rendición de la plaza. No obstante, ante la tenacidad del general, el británico aceptó capitular. Se pactaron tres condiciones:

  • que los británicos saldrían con honores de guerra.

  • que la flota británica no volvería a atacar Santa Cruz ni ninguna otra isla del archipiélago canario.

  • que el acuerdo fuese ratificado por un oficial de marina británico con autoridad suficiente.

El Acta de Capitulación rezaba lo siguiente:

    Santa Cruz, 25 de julio de 1797.

    Las Tropas &. pertenecientes a S.M. Británica serán embarcadas con todas sus armas de toda especie, y llevarán sus botes si se han salvado; y se les franquearán los demás que se necesiten, en consideración de lo cual se obligan por su parte a que no molestarán al pueblo de modo alguno los navíos de la Escuadra Británica que están delante de él, ni a ninguna de las Islas en las Canarias, y los prisioneros se devolverán de ambas partes.

    Dado bajo mi firma y sobre mi palabra de honor.
    Samuel Hood.

    Ratificado por
    T. Troubridge, Comandante de las tropas Británicas.

    Dn. Antonio Gutierrez






Formación de las tropas británicas en la plaza de la Pila.


El acta fue llevado a bordo del THESEUS por los capitanes Waller y don Carlos Adán, donde fue refrendada por el almirante Nelson. Tras el refrendo de la capitulación, la tropas enemigs se prepararon para abandonar Santa Cruz. Para ello formaron en la plaza de la Pila, desde donde las fuerzas británicas desfilaron con armas al hombro, banderas desplegadas y tambor batiente hacia el muelle, siendo flanquedas por unos 2.000 soldados y milicianos formados. El general Gutierrez y su plana mayor presenciaron la retirada británica desde la plataforma alta del castillo de San Cristóbal. El pueblo acogió el espectáculo con vítores de alegría, que contagiaron a los soldados y oficiales españoles.

Al día siguiente, los oficiales británicos regresaron al muelle a recoger sus heridos, que fueron llevados allí desde el hospital o las casas particulares donde estaban siendo atendidos.







Intercambio de cartas

La generosidad de los españoles para con los vencidos y heridos fue agradecida por el almirante Nelson, quien firmó con su mano izquierda una carta que envió al general Gutierrez escrita en los siguientes términos:

    Theseus, en las afueras de Tenerife, 26 de Julio de 1796 (sic) (es un error; el año debe ser 1797; fue escrita el 25 por la tarde, pero la Royal Navy contaba los dias de mediodía a mediodía)

    No puedo separarme de esta isla sin dar a V.E. las más sinceras gracias por su fina atención para conmigo, y por la humanidad que ha manifestado con los heridos nuestros que estuvieron en su poder, o bajo su cuidado, y por la generosidad que tuvo con todos los que desembarcaron, lo que no dejaré de hacer presente a mi Soberano, y espero con el tiempo poder asegurar a V.E. personalmente cuánto soy de V.E. obediente y humilde servidor.

    Horacio Nelson.

    Sr. D. Antonio Gutierrez, Comandante General de las Yslas de Canarias.

    Suplico a V.E. me tenga el honor de aceptar un barril de cerveza inglesa y un queso.

Esta carta fue contestada por otra del general Gutierrez, que muestra la caballerosidad y hombría de bien del general español:

    Muy Señor mío, de mi mayor atención:

    Con mucho gusto he recibido la muy apreciable de V.S. efecto de su generosidad y buen modo de pensar, pues de mi parte considero que ningún lauro merece el hombre que sólo cumple con lo que la humanidad le dicta, y a eso se reduce lo que yo he hecho para con los heridos y para los que desembarcaron, a quienes devo considerar como hermanos desde el instante que concluió el Combate.

    Si en el estado a que ha conducido V.S. la siempre incierta suerte de la Guerra, pudiese yo, o cualquiera de los efectos que esta Ysla produce, serle de alguna utilidad o alivio, ésta sería para mí una verdadera complacencia, y espero admitirá V.S. un par de limetones de vino, que creo no sea de lo peor que produce.

    Seráme de mucha satisfacción tratar personalmente quando las circunstancias lo permitan, a un sugeto de tan dignas y recomendables prendas como V.S. manifiesta; y entre tanto ruego a Dios guarde su vida por largos y felices años.

    Santa Cruz de Tenerife 25 de Julio de 1797.
    B.L.M. de V.S. su más seguro servidor.

    Dn. Antonio Gutierrez

    P.D. Recibí y aprecio la cerveza y queso con que V. se ha servido favorecerme. Recomiendo a V.S.la instancia de los franceses que le habrá hecho presente el comandante Troubridge a nombre mío.

    Señor Almirante Horacio Nelson.









El final. Las bajas.

A las 15:00 horas del 27 de julio los buques británicos levaron anclas rumbo a Cádiz donde, bajo bandera de parlamento, entregaron las cartas que el general Gutierrez deseaba enviar a la Corte dando cuenta de la victoria.

Según el parte del almirante Nelson enviado a su superior Jervis el dia 28, los británicos sufrieron 253 bajas (46 muertos, 105 heridos y 102 ahogados) y 670 soldados reembarcaron tras la capitulación, lo que supone la mitad de la fuerza de desembarco. Los oficiales muertos fueron los siguientes:

  • Richard Bowen, capitán del TERPHICORE.

  • John Thorpe, 1er. teniente.

  • John Weatherhead, oficial del THESEUS.

  • William Earnshaw, 2º teniente del LEANDERS.

  • Robinson, teniente de Marines.

  • William Baisham, teniente de Marines.

  • John Gibson, teniente del cuter FOX. Murió ahogado.

Por su parte, los españoles sufrieron 24 muertos y entre 30 y 40 heridos. Los muertos fueron los siguientes:

  • Juan Bautista de Castro y Ayala, teniente coronel del Rgto. de Milicias de La Laguna. Nacido en La Laguna en 1732 e ingresado en el citado regimiento como alférez. En 1759 fue alcaide del castillo de San Juan. En 1786 fue nombrado cónsul del Real Consulado de Canarias. En 1795 había sido nombrado coronel del regimiento. Fue asimismo miembro de la Real Sociedad Económica de La Laguna y regidor perpetuo de Tenerife.

  • Rafael Fernández Bignoni, subteniente del Batallón de Infantería de Canarias. Nacido en Garachico en 1774. Un calle de Garachico lleva su nombre desde 1982.

  • Vicente Talavera, artillero miliciano y carpintero de oficio, muerto en el fuerte de San Andrés por la explosión de un cañón. Nació en Gran Canaria, donde fue enterrado. Dejó viuda (Ángela) y 4 hijos.

  • Dionisio Ferrera de León, del Real Cuerpo de Artillería. Natural de Lanzarote y vecino de Santa Cruz desde, al menos, 1785. Casado con Rafaela Josefa Castro en 1793.

  • Antonio Miguel González Jiménez, soldado del Batallón de Infantería de Canarias. Soltero, nacido en Teror en 1774. Enterrado en la iglesia de La Concepción de Santa Cruz.

  • Luis Núñez Chávez, soldado del Batallón de Infantería de Canarias. Soltero, nacido en la Orotava en 1775.

  • Antonio Delgado Sosa, soldado del Rgto. de Milicias de Abona, agregado al Batallón de Infantería de Canarias. Nació en Lomo de Arico en 1759.Casado con Catalina María del Cercado Bello, con dos hijos. Enterrado en la iglesia de la Concepción de Santa Cruz.

  • Dionisio González Fuentes, soldado de la compañía de Cazadores del Rgto. de Milicias de Abona. Nacido en Vilaflor en 1775. Enterrado en la iglesia de La Concepción de Santa Cruz.

  • Domingo de León Padilla, soldado del Rgto. de Milicias de Garachico, agregado al Batallón de Infantería de Canarias. Nacido en Icod de los Vinos en 1757. Casado con Antonia Guillama. Enterrado en la iglesia de La Concepción de Santa Cruz.

  • José Benito, soldado del Rgto. de Milicias de La Orotava. Nació en La Orotava en 1767. Dejó viuda (Francisca Pestana) y 6 hijos. Enterrado en la iglesia de La Concepción de Santa Cruz.

  • Felipe Guerra, soldado del Rgto. de Milicias de La Orotava. Nacido en La Orotava, dejó viuda. Enterrado en la iglesia de La Concepción de Santa Cruz.

  • Juan Pacheco Escobar, soldado de la compañía de Cazadores del Rgto. de Milicias de la Orotava. Nació en La Orotava en 1773. Enterrado en la Iglesia de La Concepción de Santa Cruz.

  • José Pérez, soldado del Rgto. de Milicias de La Laguna. Nació en Tegueste el Viejo en 1772. Soltero. Falleció el 4 de agosto a consecuencia de las heridas recibidas en un muslo. Enterrado en la iglesia de La Concepción de Santa Cruz.

  • Manuel Fernández, soldado del Batallón de Infantería de Canarias. Nació en Asturias en 1773. Enterrado en la iglesia de La Concepción de Santa Cruz.

  • Salvador Rodríguez Mallorquín, soldado de la compañía de Cazadores del Rgto. de Milicas de La Orotava. Dejó viuda (Rosa Herrera del Moral) y 6 hijos. Falleció el 17 de agosto a causa de las heridas recibidas. Enterrado en la iglesia de San Juan Bautista de La Orotava.

  • Pedro Agustín, soldado del Batallón de Infantería de Canarias, filiado como "extranjero", pues había nacido en Francia en 1765. Enterrado en la iglesia de La Concepción de Santa Cruz.

  • Antonio de la Torre Espinosa, alias Antonio Matutino. Procurador de Causas, estaba adscrito al Plan de Rondas. Nacido en La Laguna en 1745.

  • José Mariano Calero y Luján, contramaestre, unido a las partidas que tenían a su cargo los cañones "violentos". Nacido en La Palma en 1763. Dejó viuda (Jacinta Montesdeoca Hurtado) y 1 hija. Enterrado en la iglesia de La Concepción de Santa Cruz.

  • Domingo Antonio Pérez Perdomo, contramaestre de las embarcaciones de América. Nacido en La Palma en 1738. Dejó viuda María Manuela Francisca Siberio) y 3 hijos. Enterrado en la iglesia de La Concepción de Santa Cruz.

  • Juan de Regla González Rodríguez, alias Juan Amarilis, asesinado a sangre fría en la Caleta de la Aduana mientras dormía detrás de unas lanchas. Nacido en Santa Cruz en 1747, dejó viuda (Josefa García) y una hija. Enterrado en la iglesia de La Concepción de Santa Cruz.

  • Agustín Quevedo de la Guardia, tendero en cuya casa entraron los británicos. Nacido en Tacoronte en 1738. Enterrado en la iglesia de La Concepción de Santa Cruz.

  • Charles Rooney O´Real, paisano nacido en Dromgoland, Irlanda, en 1743. Apoderado de la casa Diego Barry en Santa Cruz.

  • Jean Chibeaud, marinero francés de la corbeta LA MUTINE. Nació en Francia en 1774. Falleció el 31 de julio a consecuencia de las heridas recibidas. Enterrado en la iglesia de la Concepción de Santa Cruz.

  • Paul Duare, marinero francés de la corbeta LA MUTINE. Nació en Bayona en 1772. Enterrado en la iglesia de la Concepción de Santa Cruz.





FUENTES: