DECLARACIÓN DEL TENIENTE CORONEL D. RICARDO FERNÁNDEZ TAMARIT


Don Angel Ruiz de la Fuente y Sánchez Puerta, auditor de brigada, secretario relator del Consejo Supremo de Guerra y Marina.

CERTIFICO: Que en la información gubernativa instruída para esclarecer los antecedentes y circunstancias que concurrieron en el abandono de las posiciones del territorio de la Comandancia general de Melilla en el mes de Julio de 1921, figura al folio 1.197 lo siguiente:

Al margen: Declaración del testigo teniente coronel D. Ricardo Fernández Tamarit.

Al centro: En Melilla, a 5 de octubre de 1921, ante el señor general de División, juez instructor, y el secretario que suscribe, comparece el testigo nombrado al margen, a quien se advirtió la obligación que tiene de ser veraz y las penas señaladas al delito de falso testimonio. Enterado de ellas, y después de prestar juramento, según su clase, fué:

PREGUNTADO por las generales de la ley, dijo llamarse D. Ricardo Fernández Tamarit, ser teniente coronel del regimiento de Infantería de África, número 68, mayor de edad y de estado casado.

PREGUNTADO por el tiempo de residencia que lleva en el territorio y de destino en el expresado Cuerpo, dijo que desde septiembre a diciembre de 1919 estuvo mandando el batallón de voluntarios del Regimiento de Melilla, volviendo en 1 de septiembre de 1920 y encargándose del mando del tercer batallón del Regimiento de África, en el que hoy se encuentra. 

PREGUNTADO si conoce los hechos realizados con ocasión de los pasados sucesos en el pozo núm. 2 de Tistutín por el cabo del Regimiento de África D. Jesús Arenzana Landa, qué juicio ha formado de ellos y qué concepto le merece el referido cabo, dijo que pocos días después de la llegada a esta plaza de los refugiados en la zona francesa con el teniente coronel García Esteban, un sargento que está en las oficinas del regimiento enseñó al declarante carta que desde Orán le dirigia el citado Arenzana, en la que refería que con algunos soldados de África, un cabo y varios soldados de Ingenieros, se había defendido en el antedicho pozo desde el 23 de julio al 5 de agosto, y que luego se había refugiado en la zona francesa con uno o dos prisioneros que había rescatado, rogando a dicho sargento dijera a su teniente coronel que cuando conociera los hechos con detalle tenía la seguridad de que quedaría satisfecho de sus subordinados. Que luego el declarante ha recogido impresiones de los soldados de Infantería e Ingenieros que estuvieron en el pozo, pues le interesaba conocer bien lo hecho por le cabo Arenzana, a quien daba por perdido en el desastre, y que todas las impresiones recogidas son altamente favorables al citado cabo, quien es de advertir salió voluntariamente de la plaza con la compañía de sesenta hombres que al mando del teniente Barceló dispuso la autoridad fuera a Batel en los últimos días de aquella posición. En su virtud, ha indicado a dicho cabo debía solicitar la cruz de San Fernando, porque ha formado la opinión de que el hecho de que se trata, tal vez por la propia modestia de la categoría del que mandaba, puede figurar entre los más dignos de encomio y alabanza. 

Que conoce al cabo Arenzana desde el 1 de septiembre de 1920, en que era soldado de la compañía de ametralladoras del batallón de voluntarios de África, que mandaba el capitán D. Arturo Galán; que dicho cabo le llamó desde luego la atención por sus modales, cultura y amor a la profesión, pues sobre prestarse voluntario para todos los penosos servicios, era utilísimo auxiliar del Mando, ya que, usando de la superioridad que los demás soldados le reconocían tácitamente, los reunía para hablarles del patriotismo, de la disciplina, de los hechos gloriosos del Ejército español, del que les contaba ejemplos. Por el capitán y oficiales se informó de que observaba excelente conducta y de que era, además, licenciado en Filosofía y Letras, por cuya razón le llamó un día, y advirtiéndole que no quería cometer la indiscreción de inquirir las razones que habían convertido a un hombre de su condición social en voluntario con premio, pero que sí quería, en obsequio a su conducta, mejorar en lo posible sus condiciones de vida, a cuyo afecto le ofrecía el puesto de escribiente de la oficina de la circunscripción, vacante por entonces, y debe hacer constar, en honor a Jesús Arenzana, que éste, profundamente emocionado, le dió las gracias, pero le rogó le permitiera continuar prestando servicio y haciendo lo que quería, e incluso no quiso aceptar la oferta de mejorar sus comidas, sino que insistió en que quería seguir en rancho y no diferenciarse de los demás sino en excederse cuanto pudiera en el cumplimiento de su deber, que es de justicia declarar cumplió en todas ocasiones a entera satisfacción de sus oficiales y del declarante.

PREGUNTADO dónde se encontraba al desarrollarse los sucesos de territorio, concepto que de ellos haya formado, así como de sus causas y cómo explica la rápida caída de las posiciones del mismo, dijo que por estar gravemente enfermo de la vista y en virtud de orden superior, estaba en la plaza el día en que se iniciaron los sucesos de Annual, pero que como desde el día 3 de junio hasta el 8 de julio estuvo con la columna del zoco de Telatza, de Bu-Beker, cuyo mando ejercía, y conoce, por consiguiente, la circunscripción de Annual e intervino en algunas operaciones y combates de los de allí desarrollados, puede informar sobre lo que se le pregunta.

El concepto que ha formado de los sucesos acaecidos es que constituyen el desastre militar mayor que España ha conocido en esta última etapa y el fracaso completo de los métodos y procedimientos aquí empleados. Como causas puede señalar:

Primera, que el impulso dado a los avances, extendiendo considerablemente la zona ocupada, disminuía la densidad de las fuerzas encargadas de la custodia del territorio y líneas de comunicaciones y debilitaba por la ocupación de nuevas posiciones los contingentes disponibles para operar;

Segunda, la debilidad de las líneas de comunicaciones, mal custodiadas porque la necesidad del avance hacía desmantelar posisicones, como lo demuestra el siguiente hecho: hallándose el declarante en el zoco de Telatza en el mes de abril del corriente año, recibió orden de que en la posición de Teuiat-el-Hamara se construyera un barranco para la compañía allí destacada, con tal urgencia, que debía estar en disposición de ser cubierto al final de la primera decena del mes de mayo, imponiendo extraordinario esfuerzo a sus subordinados, pues a Teuiat-el-Hamara había que subir el agua, las piedras y la cal que se fabricaba en el horno del zoco de Telatza a lomos de mulos; cumplimentó la orden, y pocos días después recibió la de desmantelar toda la posición. De este modo, desde Sidi-Yagud a Loma Redonda, la línea de comunicación con Batel, que recorre seis kilómetros, entre los montes Quelatcha y Ameheche, quedaba sin otra protección que dos parejas de Policía en el barranco y una reducida sección de infantería de Policía destacada en Mesaita Grande, ya que con anterioridad se había desmantelado Mesaita Pequeño, la intermedia y la avanzadilla de Loma Redonda;

Tercera, la carencia de una segunda y una tercera líneas fuertemente organizadas, pues consumida la casi totalidad de las fuerzas en primera línea, los débiles destacamentos de Batel, Kandussi e Ishafen no podían constituir dique suficiente, y menos teniendo en cuenta que la línea de comunicaciones entre Dar-Dríus y Batel tenía al norte la amenaza de nuestras antiguas posiciones de Buxada, Amesdan, Casa Quemada y Dar-Azugag, entregadas a moros que se decían amigos, y que se habían desmantelado las que, como Aymesanda e Iframbuasa, podían cubrir el acceso a este flanco;

Cuarta, las deficientes condiciones condiciones de casi todas las posiciones, carentes de agua, que había que transportar desde larga distancia. Así, en el zoco de Telatza se traía el agua dulce desde los pozos de Ermila, a treinta y ocho kilómetros de distancia, en dos autoaljibes de dos mil litros cada uno, que en verano podían hacer dos viajes, pero en invierno sólo hacían uno, y del zoco se suministraban veintiuna posiciones dependientes, algunas, como Haf y Tasarut-Ursai, distantes quince kilómetros, a las que se enviaba cada día el agua en camellos, que solían llegar con las cubas mediadas. A esto hay que añadir defectos de otro orden, como carencia de depósitos para almacenar agua y tener remanente en las posiciones, lo que hubiera podido hacerse de disponerde más autoaljibes; pero los recursos eran pobres, al extremo de que en todo el territorio solo rodaba una autoambulancia de Sanidad Militar, y en una ocasión hubo el Comandante general de enviar al zoco de Telatza su propio automóvil para evacuar tres oficiales gravemente enfermos. Además, muchas de las posiciones no reunían condiciones militares, respondiendo a un fin principalmente político.

Quinta, a que el espíritu de las tropas europeas podría ser excelente, pero su preparación para el combate, en las de Infantería al menos, era deficientísima. Desde el año 19, los soldados europeos asistían a las operaciones en calidad de espectadores, y aún, según noticias del declarante, ya ocurría antes lo propio. Con ello, el moro enemigo tenía triste idea de las tropas españolas, que no osaban medirse con él; las fuerzas indígenas auxiliares, el propio desfavorable concepto de los que se limitaban a ver cómo se combatía, y los soldados españoles, la idea de que Regulares y Policías eran la fuerza escogida e invencible. Nada de particular tiene, pues, que en el momento en que estas fuerzas indígenas sufrieron quebranto, las demás tuvieran ya la moral perdida.

Sexta, la pérdida de Abarrán produjo una profunda impresión deprimente en nuestros soldados. El combate del 16 de junio acentuó esat depresión, porque en él, aparte de las bajas sufridas, la Policía, por falta de apoyo oportuno, retrocedió en desorden; los Regulares no llegaron a la línea de fuego de la Policía, y el combate fue de nuestra parte una amenaza de ataque que no se realizó, seguido de una retirada ordenada, y por parte del enemigo, un ataque enérgico a pesar del intenso fuego de las cuatro baterías de montaña y la ligera de Annual, más las de las posiciones de Igueribe, Izumar y Buimeyán. Aquella noche, el enemigo continuó tiroteando con violencia el campamento y causó bajas en él. El declarante, que estaba de jefe de servicio, ha de manifestar que únicamente las dos compañías del tercer batallón de África, que como de ordinario, prestaban el servicio de seguridad a pecho descubierto, montando dos grandes guardias al norte y sur del campamento, fueron las fuerzas que no respondieron al fuego del enemigo, por lo que las felicitó calurosamente el general Navarro, que, con riesgo de su persona, se prodigó en los sitios en que se tiraba exageradamente.El enemigo ocupó la Loma de los Árboles, donde hasta entonces se instalaba nuestro servicio de seguridad diurno, y desde aquel día las fuerzas españolas no volvieron a pisar dicho terreno, desde el que se los rifeños impedían cuando les parecía la aguada de Buimeyán

Los sucesos posteriores, acaecidos en los convoyes de Igueriben, y el presenciar a cuatro kilómetros de Annual, con el Comandante general presente y acumulando allí todas las fuerzas disponibles, el trágico fin y sacrificio de aquella guarnición, la impotencia para socorrerla, dieron al traste con la moral de las fuerzas que en Annual había y que hasta entonces habían combatido serena y valerosamente. Por referencias de los supervivientes de su batallón, sabe el declarante que la orden de retirada, en que se consignaba se abandonara todo lo que no fuera armas y municiones, fue una profunda decepción para las tropas, que aún esperaban auxilio, y que además en su iniciación se incubó ya el desastre, pues la tercera y cuarta compañías del tercer batallón de África, que protegían el servicio de aguada, fueron olvidadas en la orden de repliegue, y lo iniciaron por su cuenta cuando se apercibieron que los demás lo habían hecho. Por ellos sabe también que Policía y Regulares hicieron defección; que no hubo quien restableciera el orden y que, abundando los actos individuales de sacrificio de la vida, el Mando brilló por su ausencia en casi todos los escalones de la jerarquía.

Muertos unos valerosamente, arrastrados otros por el torrente, nadie supo ni pudo contenerse, y como quiera que la única línea de retirada corre entre alturas que la baten y dominan desde muy corta distancia, que no se habían preparado puntos de apoyo para la retirada y que no había fuerzas de reserva que sirvieran de dique, la retirada terminó con un "¡Sálvese quien pueda!" desdichado, fatal consecuencia de errores que son de todos y de los que la oficialidad del Ejército, ni aún muriendo, puede redimir a éste.

Ya en estas condiciones era inevitable lo que ocuurió después; las indiscutibles dotes de serenidad y bravura que concurren en el general Navarro y que personalmente ha podido admirar el declarante, no bastaron para atajar el incendio, y como, por otra parte, con nuestra típica y fatal confianza nadie había pensado en la posibilidad de un revés ni había organizada una segunda línea; como todas las fuerzas disponibles estaban en el campo, una vez que las circunstancias obligaron al general Navarro a evacuar Dar Dríus y que el alzamiento de las cábilas cortó las comunicaciones, las posiciones y las columnas del zoco de Telatza y Dar Quebdani estaban perdidas. 

Un repliegue a tiempo de la columna de Dar Quebdani sobre Kandusi e Ishafen  y de la del zoco de Telatza y guarniciones dependientes sobre Dríus por Haf y Tamasussi hubiera tal vez variado el aspecto de las cosas, pero no evitando el final, fatalmente inexcusable ante el alzamiento de las cabilas que se decían sometidas, y que, sin embargo, conservaban abundantes armas y municiones. La actitud de estas cábilas no ha sorprendido al declarante. 

Lo que sí ha llamado su atención es la simultaneidad en el alzamiento, que demuestra estaba preparado para cuando hubiera ocasión propicia. En los avances no se había consolidado nada; se vivía porque los moros de las cábilas lo toleraban, y además, los mismos moros, que se decían recientemente sometidos, sabían de nuestra eficiencia militar lo suficiente, que en todas las operaciones la Policía dejaba en tercer lugar las fuerzas europeas, en el segundo a las indígenas auxiliares y confiaba el puesto de vanguardia al "Banco de España". Aun los moros a quienes realmente conviniera estar a nuestro lado tenían que abandonarnos al vernos incapaces de defenderles contra los otros, y el natural instinto de rapacidad de los indígenas bastaba por sí solo para determinar el que los de Nador y Segangan, por ejemplo, saquearan estas poblaciones, en evitación de que luego llegaran los demás y lo hicieran en su provecho; y este instinto, ya acaecida la catástrofe, ha sido la providencia de la plaza de Melilla, pues si en vez de entretenerse en este saqueo los moros se limitaban a cortar y bloquear Monte Arruit, Nador y Zeluán, y en masa atacan la plaza el día anterior a la llegada del Alto Comisario, hubieran podido ser mayores las consecuencias del desastre.

Tal vez hayan podido producir con anterioridad a los sucesos acaecidos irritación entre los moros hechos realizados por algún oficial de los que servían en la Policía indígena, que, contando con excelentes elementos, tenía oficiales desconocedores del idioma y costumbres y además poco expertos, en su calidad de oficiales noveles, aunque dignos y animosos, pero incapacitados para realizar alguna misión de las confiadas a la Policía, tan alta, sagrada y difícil como la de administrar justicia, a que se veían obligados los destacamentos aislados, o en las cabeceras, en ausencia de otros oficiales por permiso, enfermedad u otra razón. Es público y notorio que en determinadas cabilas hubo manifestaciones de disgusto por actos realizados por el capitán Pomés, hoy retirado, y cualquier falta cometida por oficiales que desempeñen esta difícil misión tiene mayor relieve y consecuencias, lo que obliga a que los oficiales que hayan de desempeñarlas se escojan con todo género de cuidado. 

Tal vez pueda tener influencia en el estado de las fuerzas el sistema que se seguía para el mando. En un regimiento, por ejemplo, un par de batallones estaban repartidos en destacamentos de compañía y de sección; el otro, en columna; los coroneles permanecían en la plaza; cuando se iba a efectuar alguna operación subían a tomar el mando de sus columnas, y terminada la operación regresaban a la plaza. Los tenientes coroneles y comandantes alternaban cada diez o quince días en el mando de las fuerzas de la columna, a veces sin llevar segundo jefe, con lo que los capitanes y oficiales de la columna o posición pedían y obtenían permisos, que daba lugar a que de ordinario hubiera dos subalternos o un capitán y un subalterno por compañía de la columna o posición destacada, con perjuicio evidente de la instrucción y espíritu.

El declarante hizo cuanto pudo, al ser destinado al tercer batallón , para permanecer siempre con él, en el campo, con su segundo jefe, y no pudo lograrlo oficialmente, porque a ello se opuso el Comandante general; pero particularmente logró estar el mayor tiempo posible, y desde luego, en las ocasiones en que por ausencia de su coronel ha interinado el mando del regimiento, lo ha hecho siempre desde el campo, por creer que así convenía al servicio y al espíritu de las tropas, ya que el ejemplo es el principal instrumento del Mando.

Lo propio ocurría con las demás Armas y Cuerpos; las baterías de posición tenían un solo oficial, y en Tasarut-Ussai hubo a veces un sargento; los jefes de Estado Mayor de las columnas se nombraban las vísperas de salir éstas, y era dificilísimo que en dos operaciones distintas fuera con la misma columna el mismo jefe.

La pobreza de medios era grande; en Annual , base futura de un avance, no había hospital de campaña, sino dos malas tiendas tortuga; el día 16 de junio hubo numerosas bajas, y para su transporte tuvo el declarante que prestar todas las camillas del tercero de África y 180 hombres sin armas, que las llevaron hasta Izumar; muchos días faltaba leña y había que comer rancho en frío; otros días escaseaban el pan o las raciones del ganado, y los elementos sanitarios eran deficientísimos en Annual, y en alguna posición que otra, nulos. 

En resumen: hemos sido, como de costumbre, víctimas de nuestra falta de preparación, de nuestro afán de improvisarlo todo y de no proveer nada, de nuestro exceso de confianza, y todo ello constituye, a juicio del declarante, una grave responsabilidad que el país tiene derecho a exigir a todos, porque si es cierto que autoridades e incluso ex Ministros han visitado el territorio y encontrado todo perfectamente y que el Mando ha felicitado por los resultados alcanzados, que después se desplomaron como un castillo de naipes, no lo es menos, por desgracia, que la oficialidad, en su misión de preparar el instrumento que ha de usarse para combatir, ha olvidado que cuando por medios que podían tener excusa, pero que eran graves, obtuvo ventajas materiales, prometió solemnemente dedicar todos sus esfuerzos, en primer término, a mejorar la condición del soldado y la capacidad del Ejército, y ha dejado incumplida esa promesa, en perjuicio de la patria, que necesita no un Ejército que se sacrifique, sino un Ejército que triunfe, preparándose en los periodos de paz, porque en la guerra no se aprende nada.

PREGUNTADO por el juicio que le merezca en abstracto la frustrada ocupación de Abarrán, dijo que en 18 de mayo del corriente año el Comandante general le hizo el honor de exponerle sus proyectos y de pedirle opinión, y que la que le expuso fue que consideraba la operación prematura, pues faltaba consolidar lo ocupado y establecer sólidamente la base de operaciones, y desmedida en relación a la fuerza de que disponía para custodiar el territorio ocupado y asegurar el avance. 

Que la operación de ocupación estuvo bien hecha; pero que cree que la columna se retiró prematuramente, no acudió al fuego que oyó en su retirada y precipitó algo ésta, según le informaron en Annual oficiales del Regimiento de Ceriñola, que incluso le dieron una fotografía del cruce del río por la columna en la que se aprecia poco orden y cohesión. 

Que como el enemigo estaba preparado y en relación con jefes de la parte no sometida de Tensaman, concentrada la harka y montadas guardias, teniendo, además, la seguridad del auxilio de las harkas en formación en Beni-Tuzin y Quesnaa, el Comandante general, después de la pérdida de Abarrán, cambió el plan que tenía de ocupar simultáneamente tres posiciones, e hizo que la columna del declarante, que debía operar por Honichen, fuese a Annual, en cuya circunscripción, por ausencia del coronel de ella, Riquelme, ejercían el mando alternadamente los coroneles Argüelles y Manella. 

El declarante cree que la desdicha de Abarrán determinó el que el enemigo pasase a la ofensiva, cambiando la actitud expectante en que se hallaba ante la posibilidad de nuestro avance hacia Alhucemas, de que seguramente tenía noticias. 

El Comandante general, hablando con el declarante en el campamento de Annual en los últimos días del mes de junio, le dijo que estaba desesperado porque había pedido con insistencia refuerzos y no se los mandaban.

PREGUNTADO si tiene algo más que añadir, dijo que no.

En tal estado, el señor general instructor dió por terminada esta declaración, que leyó al testigo por sí mismo, ratificándose en su contenido en descargo del juramento prestado, y firmándola con el señor general instructor, de todo lo cual certifico.-

Ricardo F. de Tamarit (Rubricado.)
Juan Picasso. (Rubricado.)
Juan Martínez de la Vega. (Rubricado.)

Y para que conste, expido el presente, visado por el excelentísimo señor consejero instructor, en Madrid, a 10 de octubre de 1922.-

Angel Ruiz de la Fuente.
V° B°: Ayala.