DECLARACIÓN DEL CORONEL D. ENRIQUE DE SALCEDO Y MOLINUEVO


NOTA del Webmaster: En esta declaración se escribe "Molinero" en lugar de "Molinuevo".

Don Angel Ruiz de la Fuente y Sánchez Puerta, auditor de brigada, secretario relator del Consejo Supremo de Guerra y Marina.

CERTIFICO: Que en la información gubernativa instruída para esclarecer los antecedentes y circunstancias que concurrieron en el abandono de las posiciones del territorio de la Comandancia general de Melilla en el mes de Julio de 1921, figura al folio 654 lo siguiente:

Al margen: Declaración del testigo coronel D. Enrique de Salcedo y Molinero.

Al centro: En Melilla, a 8 de septiembre de 1921, ante el señor general de División, juez instructor, y el secretario que suscribe, compareció el testigo anotado al margen, a quien se advirtió la obligación que tiene de decir verdad y las penas señaladas en la ley al reo de falso testimonio; enterado de las cuales, y después de prestar el correspondiente juramento, según su clase, fue:

PREGUNTADO por las generales de la ley, dijo que se llama D. Enrique de Salcedo y Molinero, que es coronel del regimiento de Infantería de San Fernando número 11, mayor de edad y de estado casado.

PREGUNTADO por el tiempo de residencia que lleva en el territorio y de mando de su Cuerpo, dijo que lleva diez meses de mando, ocho y medio de residencia, por haber estado mes y medio en la Península con permiso para asuntos propios.

PREGUNTADO por el grado de preparación en que se consideraba al Cuerpo de instrucción, tiro, dotación de fuerza, armamento y material para los servicios de guerra del territorio, dijo que al hacerse cargo del mando del regimiento, por lo que respecta a la instrucción táctica, entrenamiento y preparación de las tropas, pudo observar y exponer a la Superioridad que lo consideraba bastante deficiente, habiéndose informado y explicádose esto por muchas causas, entre ellas, la falta de instrucción suficiente y el apremio y rapidez con que se instruían los contingentes de reclutas, hasta el extremo de que en el año actual, los jefes de Cuerpo recibieron órdenes de que en poco más de un mes estuviesen los reclutas en disposición de incorporarse a sus columnas y destacamentos, habiendo hecho observar, entre otros jefes, el que suscribe, que el Reglamento táctico previene, cuando menos, para el primer periodo, tres meses, y que en dicho primer mes tienen lugar las vacunaciones contra la viruela y a las cuatro semanas contra el tifus; si a esto se une el fraccionamiento en los destacamentos de pequeñas unidades con reducido efectivo, con el que tenía que atenderse a los servicios, convoyes, aguadas, etc., se comprende que no quedase núcleo de fuerza para que en los destacamentos y posiciones se cumplimentase las órdenes que tenía dadas y los horarios con instrucciones por mañana y tarde, para que se completase en lo posible la instrucción.

Por lo que se refiere al tiro, la instrucción de éste era completamente deficiente, pues a las razones que ya se han expuesto, hay que agregar que estos regimientos recibían contingentes de reclutas de cerca de mil hombres, todos se han instruido en Melilla, con un solo y muy deficiente campo de tiro, por lo cual se asignó a su regimiento y a todos un solo día a la semana para tirar; de manera que como comprendían los periodos de instrucción de reclutas aproximadamente dos meses, eran ocho o nueve días los asignados al tiro; pero si en esos días caía una fuerte lluvia, cosa muy frecuente en esa época, les cogía el día de la vacuna antitífica o al siguiente, se ha observado que de los días que correspondían a cada Cuerpo siempre se perdían lo menos tres o cuatro, quedando solo cuatro o cinco días para hacer ejercicios de tiro, y en esta forma salían los reclutas al campo, donde, no obstante haberse pedido más de una vez por oficio que se señalasen campos de tiro o medios para completar esa instrucción, nunca se ha concedido en ninguno de los campamentos y posiciones del territorio, unas veces, porque el terreno no lo permitía, y otras, por razones de política, según ha podido comprobar por manifestaciones del jefe y oficiales de Policía. 

El efectivo del Cuerpo estaba muy reducido, puesto que los regimientos de Infantería atendían a todos los servicios y necesidades oficiales, particulares , personales, de construcción y ornato público, de vigilancia de la población, y daban, además, fuerzas y destinos, así como empleos y oficios de todas clases a la Policía indígena, a las fuerzas Regulares, asistentes, ordenanzas y escribientes para la Brigada Disciplinaria, oficios de todos géneros para ingenieros, telegrafistas, chauffeurs, mecánicos, obras del Casino Militar, de la capilla castrense, Policía gubernativa, y, por último, dispusieron que de las compañías de la columna, entre ellas la de voluntarios que constituyen el núcleo y la base de dichas columnas y de su fuerza combatiente, diesen 50 soldados por compañía para los trabajos de pistas y carreteras, que quedaron agregados para todos los efectos a las compañías de Ingenieros, a muchos kilómetros de sus jefes, capitanes y oficiales, que no sabían de ellos ni los veían, obligando al testigo esta falta de efectivo a disolver dos compañías de voluntarios, nutriendo las disueltas con individuos de reemplazo a prorrateo entre las demás compañías, con lo que se mermaba el efectivo de éstas; y no obstante esto, al salir las compañías de su regimiento para Annual, de orden del Comandante general, el 19 del pasado julio, tuvieron que unirse las dos únicas compañías de voluntarios que le quedaban al regimiento para formar con ellas una sola, todavía de muy poco efectivo, pues cada una de las dos tendría solamente unos cuarenta fusiles.

El armamento estaba en pésimo estado, pues los fusiles del regimiento, según le informaron, son los más antiguos del Ejército español, habiéndosele dicho que algunos procedían de la época de la guerra de Cuba, y contándose por cientos los que estaban en malas condiciones por dilataciones y otras causas. Las ametralladoras estaban a la altura de los fusiles, por ocurrirles las mismas causas, ya que por su número se ve que son las más viejas en el Ejército, inutilizándose con gran frecuencia, casi todos los días que hacen ejercicio de tiro, habiendo solicitado de oficio repetidamente su cambio, sin que se le haya concedido. 

Del material y ganado, estaban bien, aunque carecían de carros reglamentarios y de cocinas de campaña.

PREGUNTADO si ha contado en todo tiempo con el decidido concurso de su oficialidad, considerándose en la integridad del mando y el Cuerpo con el espíritu requerido por las circunstancias, dijo que en absoluto ha contado con dicho concurso, tanto por deber, subordinación y disciplina, cuanto por afecto y devoción personal a sus jefes, que le ha sido expresado varias veces, no sólo individual, sino colectivamente. Esto le hacía considerarse en la integridad del mando, por lo que se refiere a sus subordinados.

PREGUNTADO si por parte de la oficialidad se cumplían puntualmente los deberes inherentes a una buena administración de la tropa, recibía ésta cuantos devengos le correspondían, y si ha seguido el Cuerpo procedimientos por retención indebida de haberes, desfalco, malversación, etcétera, o formado tribunal de honor por hechos que en cualquier orden afectasen al honor militar, dijo que en la actualidad la marcha del Cuerpo es perfecta en la parte administrativa; solamente al hacerse cargo el declarante del mando, en fines del pasado enero, pudo observar en dos unidades pequeñas diferencias y retrasos, que corrigió con la mayor energía, mereciendo sus determinaciones y providencias la aprobación de la Superioridad. La tropa recibe puntualmente cuanto le corresponde por todos conceptos. No se ha formado ningún procedimiento contra oficiales por los motivos que se le indican, ni tampoco tribunales de honor.

PREGUNTADO si al declararse los acontecimientos del territorio se encontraba en sus puestos toda la oficialidad de sus cuadros, o quedó alguien en la plaza debiendo hallarse en sus agrupaciones, dijo que todos los jefes y oficiales estaban en el puesto que les correspondía o que las circunstancias permitían, siempre dentro de las órdenes y autorizaciones del Comandante general, hasta el extremo de que, incluso, todos los oficiales enfermos que había en la plaza y los que estaban hospitalizados en el Docker, menos dos de estos últimos, que por su estado no pudieron, pidieron su alta y se marcharon voluntariamente al campo, algunos en malas condiciones, la víspera o antevíspera de la retirada de Annual.

PREGUNTADO si correspondía al testigo algún cometido en el territorio por disposición expresa de la Comandancia general, y dónde se encontraba en la segunda quincena de julio, al sobrevenir los ataques a las posiciones de Annual, dijo que cuando las atenciones del mando del regimiento le permitían subir al campo en las revistas o estancias periódicas que hacía en él, autorizado por el Comandante general, o cuando esta autoridad, por concentraciones de fuerzas en las columnas, preparatorias de próximas operaciones, confidencias de reunión o presencia de algún pequeño núcleo enemigo en el frente más avanzado de las posiciones respectivas u otras razones o confidencias que lo exigiesen, les daba dicha autoridad la orden de subir al campo, ejercían los coroneles al presentarse en sus respectivas circunscripciones, el mando de éstas y de las pequeñas columnas que había en las cabeceras, quedando encargado de estos cometidos, en las ausencias de los coroneles, un teniente coronel de cada regimiento, que estaba siempre fijo en las cabeceras de las circunscripciones, con su comandante como segundo jefe, turnando ambos jefes por quincenas, previa la autorización de la Comandancia general, que siempre se recababa oficialmente cada dos semanas, para poder hacer el relevo de los jefes. 

La circunscripción de Dríus era la que correspondía al regimiento del que declara. El testigo permaneció en su circunscripción desde el veintitantos de mayo, en que por subir los contingentes de reclutas a incorporarse a sus unidades marchó él al campo para organizar las posiciones y la pequeña columna que había en Dríus, entrenando ésta y preparándola para una operación que debía efectuarse el día 3 de junio último, para lo cual recibió el que declara las órdenes detalladas, planos y composición de la columna, el día 30 ó 31 de mayo; en esta operación que se ordenaba, debía mandar el testigo la columna central, ocupando la loma Afelun, a unos ocho o diez kilómetros delante de Izen Lazen, flanqueándole por su derecha el coronel de Estado Mayor D. Gabriel de Morales y por su izquierda la columna de Telatza.

Continuó el que declara en el campo hasta la última decena de junio, en que bajó a la plaza según orden verbal del Comandante general, que le fue transmitida por teléfono. Volvió a subir al campo el día 2 de julio, estando hasta cerca del 10, en que bajó a la plaza autorizado por el Comandante general, por ser su fiesta onomástica el día 15; teniendo varios asuntos de orden interior del Cuerpo e instrucciones del Comandante general para la formación de un poblado en Dríus, en el cual asunto tenía dicha autoridad máximo interés, resolvió el que declara subir inmediatamente al campo, para lo cual, y necesitando conferenciar detenidamente con dicha autoridad, recibiendo sus instrucciones y aclarando muchos puntos que lo requerían, se presentó él en despedida el mismo día de su santo, 15 de julio, celebrando con el Comandante general una larga conferencia, con exposición de planos y documentos, a presencia del coronel de Estado Mayor, Sr. Sánchez Monge, despidiéndose dicho día, por que los siguientes 16 y 17, eran o se consideraban como festivos, y pensaba subir al campo el lunes, 18, aprovechando así el viaje del automóvil, en que iban a subir también dicho día el teniente coronel y el comandante del regimiento, por corresponder en aquella fecha los relevos de jefes. Tan es así, que, para cumplir órdenes recibidas del Comandante general, citó el testigo oficialmente por telégrafo al coronel jefe de las tropas de Policía para que el lunes, día 18, se encontrase en Dar Dríus, para conferenciar con el que declara.

Pero, desgraciadamente, se encontraba enfermo el declarante desde tres o cuatro días antes de su santo, según pudieron observar los jefes y oficiales que en la plaza se encontraban, con un principio de infección intestinal, que, por no curarla a tiempo, se agravó en forma tal, que el sábado 16 sufrió un colapso a las seis de la tarde y otro gravísimo a las diez de la mañana, por el que tuvieron que llevarle en un coche, acompañado por el médico del regimiento, desde Melilla a su pabellón en el Hipódromo, motivados dichos colapsos por la infección intestinal, que le produjo fiebres altas y continuadas, sin desaparecer de día ni de noche durante ocho días, no obstante lo cual, a las tres de la tarde del día 22, al enterarse de los sucesos acaecidos y de la muerte del general Silvestre por el comandante Fernández de Alarcón, de su regimiento, que se presentó en su casa a comunicárselo, se levantó de la cama, y con fiebre, envuelto en la capota, se presentó en la Comandancia general, asistiendo a la Junta de jefes de Cuerpo, ofreciéndose para todo;

pero, dado su estado y la fiebre que en aquel momento tenía, le obligaron a retirarse terminada la Junta y después de recibidas las instrucciones para la reunión y organización de las fuerzas del regimiento que había en la plaza, marchando a su casa, y aunque tuvo que volver a guardar cama, dió orden y organizó desde ella el regimiento, continuando enfermo nada más que el día 23; pues viéndose sin fiebre el 24, aunque en un estado de gran debilidad, por haber pasado varios días sin tomar alimento alguno y otro sólo con leche, se presentó el que declara al Alto Comisario dicho día 24, pidiéndole el mando de una columna para avanzar sobre Nador, Zeluán y Monte Arruí, a lo que contestó dicha superior autoridad que no era oportuno ni podía hacerse lo que el declarante solicitaba, que ya le daría a su debido tiempo el mando de una columna y que en tanto era para él mucho más importante la plaza y sus defensas exteriores, por lo cual le nombraba oficialmente jefe de la plaza y de todos sus servicios y defensas exteriores, poniendo a sus órdenes, como jefe de Estado Mayor, al teniente coronel de este Cuerpo, D. José Molina Cádiz;

que cumpliendo este cometido recibió y alojó los primeros contingentes de tropas que llegaron a Melilla, organizando las defensas exteriores de la plaza y la vigilancia exterior del campo, que recorría día y noche, empleando al principio las fuerzas de la Comandancia general de Melilla y las primeras expediciones llegadas, con un efectivo de 2.000 fusiles en la línea exterior, y posteriormente tres y hasta cinco batallones, como defensas móviles, cesando en este cometido al llegar a Melilla el general D. Miguel Fresneda.

PREGUNTADO cómo sabe que se cumpliera la orden general de esta Comandancia de 2 de mayo de 1920, especialmente en su artículo 19, dijo que dicha orden, aunque fue dictada en tiempo en que el declarante no mandaba el regimiento, tuvo noticia de ella, aunque observó y comprobó autorizadamente que no estaba en vigor o no se cumplía con aprobación y conocimiento del Comandante general, el cual, según manifestaciones de él mismo y de los demás jefes de Cuerpo, incluso del coronel que le precedió en el mando del regimiento, pudo apreciar y convencerse de que a perpetuidad, continuamente todo el año era perjudicial y peligroso para la buena marcha, administración, mando y régimen interior de regimientos de más de 3.000 hombres, con 114 jefes y oficiales y 23 unidades administrativa, como tiene el de San Fernando, el que el jefe de Cuerpo estuviese todos los meses veinte días separado de su mando y despacho, y comprendiéndolo así, autorizaba, consentía o toleraba el que los coroneles saliesen al campo de ordinario dos o tres veces al mes, permaneciendo en él los días que las necesidades de la circunscripción de la columna, del regimiento o del servicio, en una palabra, exigiesen, bajando a la plaza y subiendo al campo siempre con conocimiento y anuencia del Comandante general, al que se presentaban y despedían, y únicamente en momentos de concentración de mayores efectivos en las columnas, preparativos de operaciones o las demás que citado en la pregunta anterior, estaban los coroneles, sin plazo limitado, todo el tiempo que las necesidades del servicio o del campo exigieran, como ocurrió al declarante, que se pasó todo el mes de junio allí.

PREGUNTADO si conoce la actuación de su regimiento en los pasados sucesos, pérdidas que haya sufrido y restos que haya salvado y constituyen su fuerza actual, dijo que aunque no tiene en este momento datos concretos para contestar exactamente, lo hará de memoria con bastante aproximación, manifestando que oficialmente y en este acto no puede ni debe decir nada de la actuación de su regimiento; pues aunque por referencias numerosas, tanto de oficiales y soldados del Cuerpo que han llegado a la plaza, como por otros de alguna otra Arma, sabe que ha sido muy brillante, y en muchos momentos verdaderamente heroica, no tiene datos ni versiones seguras oficiales y concretas para poder deponer sobre este punto que se le pregunta.

Que hasta la fecha le faltan más de 60 jefes y oficiales, y, aproximadamente, unos 1.400 soldados; que con ellos se han perdido todo el material y vestuario, armamento, correajes, municiones, material de campamento, botiquín, cestones, mochilas de batallón, carteras sanitarias, etc., y además, dos compañías completas de ametralladoras con personal, material y ganado, y 11 carruajes con 90 mulos; han quedado en el campo 20 compañías completas orgánicas, más una provisional que se ordenó formar con destinos de ordenanzas, etc., y los reclutas en instrucción, y además, la sección de explosivos. 

Reorganizado el regimiento, cuenta en la actualidad con una compañía de ametralladoras compelta, que era la única que estaba en la plaza, por tener las cuatro máquinas en el parque para ser recompuestas, y además, cinco compañías de fusiles en disposición de salir al campo y otra de destino; de las cuales hay tres de fusiles, al mando de un comandante, destacadas en la Restinga.

PREGUNTADO por las causas esenciales a que atribuye la falta de vigor con que en general se han conducido las fuerzas del territorio, el rápido decaimiento de su moral, la pronta caída de las posiciones y el escaso ascendiente ejercido sobre aquellas para reducirlas al más estrecho deber, dijo que respetuosamente estima el testigo que los sucesos acaecidos en el territorio, la pronta caída de las posiciones y la escasa resistencia que se ha podido hacer no obedece a la falta de vigor en las fuerzas de esta Comandancia general, ni a decaimiento de su moral, ni al escaso ascendiente que sobre ellas haya podido ejercer el Mando, sino que concretando el que declara y haciendo lo más concisa que puede su respuesta a una pregunta como la que se la hecho, que envuelve tan trascendental y máxima importancia, debe contestar, en cumplimiento de su deber y con arreglo a los dictados de su conciencia, muy escuetamente, que lo atribuye todo a una equivocada acción política y militar, unida a una desorganización, o por o menos, mala organización militar y política.

PREGUNTADO si tiene algo más que añadir, dijo que no.

En tal estado, el señor general instructor dispuso dar por terminada esta declaración, que en uso de su derecho leyó el testigo por sí mismo, afirmándose y ratificándose en su contenido, en descargo del juramento prestado, firmándola con el señor general de División, juez instructor, de todo lo cual certifico.-

Juan Picasso.
Enrique de Salcedo.
Juan Martínez de la Vega. (Rubricados.)

Y para que conste, expido el presente, visado por el excelentísimo señor consejero instructor, en Madrid, a 10 de octubre de 1922.-

Angel Ruiz de la Fuente.
V° B°: Ayala.