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Abandono del monasterio de Monserrat y dispersión de los monjes.
El gran santuario mariano de Montserrat, centro espiritual de Cataluña, había visto renacer la vida monástica benedictina en 1844. Al poco de producirse el Alzamiento Nacional del 18 de julio de 1936, los comités izquierdistas se adueñaron de los alrededores y comenzó el incendio de iglesias y la caza de sacerdotes y religiosos: la evidencia de la inminente persecución religiosa llevó a los monjes de Montserrat a decidir en capítulo el abandono del Monasterio y la dispersión de la Comunidad, formada por 240 personas: 83 monjes sacerdotes, 34 clérigos, 8 novicios coristas, 52 hermanos conversos, 3 novicios conversos, 25 colegiales y 35 monaguillos. El último acto comunitario había sido el previo canto de las Vísperas en el coro el 22 de julio. Bien pronto, los revolucionarios subieron al Santuario y se fueron incautando de algunas dependencias, pero providencialmente quedó a salvo del intento de incendiarlo.
Pintura mural de Pedro Pruna, mostrando a san Benito recibiendo a los 23 monjes mártires de Monserrat. Sala Capitular del monasterio de Montserrat. Blog de "Germinans Germinabit".
La imagen de la Virgen (la "Moreneta") fue escondida por los monjes, que hubieron de salir de allí sin obtener el salvoconducto que se había solicitado para asegurar sus vidas durante el viaje. Hubo también que evacuar a los huéspedes y a toda la gente que estaba ese verano en Montserrat, pero se dio la prioridad a los niños de la Escolanía y a sus familiares para que marcharan antes que nadie. Los religiosos fueron saliendo en varios grupos y a distinto tiempo; ninguno fue asesinado allí mismo.
El abad del monasterio, Antonio María Marcet, pudo escapar de la Cataluña revolucionaria gracias a la ayuda de los cónsules de Francia e Italia en Barcelona. Llegó a Italia el 1 de agosto de 1936, pocos días después de que la Generalitat decretase requisar el monasterio para tratar de salvaguardar su patrimonio. Desde allí trató de organizar la huida de los monjes, a pesar de los constantes controles revolucionarios existentes. El prior del monasterio, Roberto Grau Bullich, se instaló en Barcelona y trabajó intensamente para salvaguardar la vida de los miembros de la comunidad.
Los monjes de Montserrat, por lo tanto, se dispersaron por diversos lugares. Unos fueron apresados, aunque finalmente no se les mató, pero sufrieron un verdadero calvario; asimismo padecieron dificultades y penalidades los que estuvieron escondidos con gran peligro. Algunos pudieron ser fraternalmente acogidos en monasterios de la Orden en la España nacional, Portugal, Francia, Italia, Alemania, Suiza y Bélgica. Por otro lado, el obispo de Pamplona, monseñor Marcelino Olaechea, S.D.B., consiguió el edificio del balneario de Belascoain, a 22 km. de Pamplona, para que pudiera reunirse allí parte de la Comunidad y rehacer la vida regular; además, muchas otras personas ayudaron a los monjes en la medida de sus posibilidades.
Pero un total de 23 de ellos (de los que uno estaba en el monasterio de El Pueyo, en Barbastro) fueron detenidos y martirizados entre el verano de 1936 e inicios de 1937. Sus martirios no se produjeron en el santuario, sino en distintos sitios tras ser reconocidos como religiosos, apresados y posteriormente asesinados:
Es precioso constatar la disposición martirial con que los monjes de Montserrat afrontaron todo lo que pudiera acontecerles, incluso hasta la muerte, como efectivamente sucedió en el caso de los veintitrés, conforme recogen los testimonios recogidos para la Causa de beatificación y canonización, afrontando el trance final y encarando la muerte con miras abiertas al Cielo, a la eternidad.
Los tres monjes muertos abandonados en el depósito del cadáveres del Clínico de Barcelona (29 de julio).
El 29 de julio de 1936 aparecieron los cadáveres de tres monjes benedictinos de Monserrat abandonados en el depósito de cadáveres del hospital Clínico de Barcelona. Se trataba de:
- Padre Odilio María Costa Canal, de de 31 años, gran experto y conocedor de la legua griega. Se sabe que manifestaba repetidamente a un compañero "su extraordinario deseo del martirio".
- Dom Narciso María Vilar Espona, 20 años, asesinado en Monistrol de Monserrat, Barcelona, el 29 de julio de 1936. Decía a algunos compañeros: "Com m´agradaría ser màrtir!".
- Dom Hildebrando María Casanova Vilá, de 18 años.
No habiendo nadie que los reclamara, sus cuerpos fueron arrojados a la fosa común del cementerio sudoeste de Barcelona. En el Registro de Cadáveres del Depósito Provincial, sus fichas eran las número 4950, 4956 y 4051.
Los siete monjes de la Ronda de San Pedro (20 de agosto de 1936).
Los cuatro padres y dos hermanos relacionados abajo obtuvieron el permiso de la Generalitat para residir en una casa que tenía la Orden en el número 7, 3º 2º, de la Ronda de San Pedro, en Barcelona. A ellos se unió un padre benedictino visitante, el padre Plácido María Feliú, llegado horas antes. Un gran sello de la Generalitat pegado en la puerta del edificio testimoniaba el permiso de residencia. Por el testimonio de don Juan Solá Triado y un joven estudiante de Monserrat "que ahora es monje sacerdote allí", que visitaron por aquellos días esa casa y testificaron posteriormente en el proceso de beatificación, sabemos que los monjes vivían con fervor y se preparaban para un posible sacrificio.
- Padre José María Fontseré Masdeu, de 82 años.
- Padre Domingo González Millán (Cipriano, en el mundo), de 55 años, gran experto y conocedor de la lengua latina. Le dijo al hermano de un monje que "yo ya he ofrecido mi vida a Dios cuando entré en religión, y de muy buen grado la daré por Él si llega el momento".
- Padre Juan Roca Bosch, de 52 años, experto musicólogo.
- Padre Ambrosio María Busquets Creixell (Agustín, en el mundo), de 33 años.
- Padre Plácido María Feliú Soler (Cándido, en el mundo), de 31 años.
- Hermano Eugenio María Erausquín Aramburu (José, en el mundo), de 33 años, impresor en el monasterio.
- Hermano Emiliano María Guilá Jiménez (Ignacio, en el mundo), de 22 años, natural de Mataró, cuyo hermano Ramón, miembro de la Federación de Jóvenes Cristianos, moriría también mártir. Conversando con un compañero del servicio militar a principios de 1936, le dijo estar seguro de que habría "persecución y que presentía que él no se libraría de la muerte, lo cual, en vez de perturbarle, le hacía estar contento, porque moriría por Dios".
No obstante, a pesar de la autorización y supuesta protección que tenían siete monjes, a las once de la noche del 19 de agosto un grupo de milicianos entró en el edificio mientras perseguía a un canónigo. Al saber que en él se alojaban siete monjes, entraron en el piso, los sacaron a gritos y los hicieron bajar por las escaleras. Una vecina, doña Felisa Beché de Ricart, dijo haber visto al padre Jose María Fontseré bajar torpemente las escaleras debido a su ancianidad, y cómo uno de los milicianos le empujó cruelmente escaleras abajo mientras profería una blasfemia, con lo que el pobre anciano cayó de bruces sobre el rellano principal.
Los monjes fueron sacados a la calle, introducidos en unos coches que esperaban y conducidos en la oscuridad de la noche por el Paseo de Gracia. Tras un corto paseo nocturno, les sacaron de los coches y les fusilaron en un cruce de calles cerca de la Cruz de Pedralbes.
En la madrugada del 20 de agosto de 1936 aparecieron los cadáveres de los siete monjes en el cruce de la calle Dels Garrofers con la avenida de la Victoria, en medio de un charco de sangre. Hacia las ocho y media de la mañana la Cruz Roja se hizo cargo de los cuerpos y los llevaron al depósito del Hospital Clínico. Allí el panadero Juan Solá reconoció al padre Fontseré. Avisado el padre prior, Roberto Grau, éste envió al novicio Freixenet, que los identificó a todos a pesar del mal estado en que se encontraban los cadáveres.
Colocados en siete ataudes, los cadáveres fueron transportados el domingo 23 de agosto en siete coches al cementerio, donde se les dió sepultura en nichos que eran propiedad de amigos del monasterio de Monserrat. La ceremonia estuvo presidida por ya citado don Juan Solá y un sobrino del padre Juan Roca. El personal del hospital Clínico "se hallaba en la puerta, presenciando el desfile, callado y hasta, al parecer, devoto". Un monje benedictino, disfrazado para pasar desapercibido entre la gente, les recitó un responso individual a cada uno de ellos.
Un monje benedictino asesinado en Barbastro (27 de agosto de 1936).
El padre Raimundo Lladós Salud era profeso del monasterio de Monserrat, pero en esta época residía en el monasterio de El Pueyo, en Barbastro. Por ello siguió las visicitudes de sus compañeros de monasterio, que fue asaltado el 23 de julio y todos sus monjes hechos prisioneros y encerrados en Barbastro y fusilados en el polvorín de Santa Bárbara, a las afueras de la ciudasd, el 27 de agosto.
Once monjes asesinados en diversos lugares.
Padre Fulgencio Albareda Ramoneda, de 48 años, mayordomo del monasterio. Al ser detenido en Tarrasa, afirmó "ofrecer su vida a Dios por la salvación de España". Fue asesinado en la checa San Elías de Barcelona el 20 de diciembre de 1936.
Padre Pedro Vallmitjana Abarca, de 52 años, asesinado en Cerdeñola, Barcelona, el 21 de febrero de 1937.
Padre León Alesanco Maestro, de 54 años, asesinado en Barcelona el 30 de noviembre de 1936.
Padre Luis Palacios Lozano, de 43 años, orientalista, catedrático en Roma y autor de valiosas gramáticas de lenguas semíticas. Asesinado en Barcelona el 30 de noviembre de 1936.
Padre Ángel María Rodamilans Canals, de 62 años, compositor, asesinado en Sabadell el 27 de julio de 1936.
Padre Sebastián María Feliú.
Padre Veremundo María Boqué, historiador.
Clérigo Dom Francisco María Sánchez Soler, de 56 años, compositor, asesinado en Molins de Rey (Barcelona) el 25 de julio de 1936.
Hermano Bernardo Vendrell Olivella, de 53 años, asesinado en Ministrol de Monserrat, Barcelona, el 23 de julio de 1936.
Hermano Jose María Jordá Jordá, sastre, de 52 años, asesinado en Tarragona el 17 de noviembre de 1936.
Hermano Ildefonso Civil Castellví, de 37 años, compositor, asesinado en Monistrol de Monserrat, Barcelona, el 25 de julio de 1936.
La desaparición del padre prior.
El padre prior, Roberto Grau Bullich, accedió a preparar su fuga al extranjero en enero de 1937. Después de realizar los trámites para obtener el pasaporte, justificando que era el prior de Montserrat, el 5 de enero fue secuestrado por los ocupantes de un coche cuando Grau había quedado solo en un taxi. Nunca se supo más de él. Murió en la checa de San Elías de Bercelona el 5 de enero de 1937.
Existen testimonios que muestran la disposición del padre prior al martirio, aceptando a ciegas la voluntad de Dios: "mi corazón se encuentra en una dulcísima expectación".
Beatificación.
Veintiuno de los veintitrés mártires fueron beatificados por el papa Francisco el 13 de octubre de 2013, en una ceremonia celebrada en Tarragona presidida por el cardenal Angelo Amato en la que se beatificaron 522 mártires españoles de la guerra civil.
Quedaron sin beatificar los padres Sebastián María Feliú y Veremundo María Boqué.
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