HISTORIA MILITAR DE ESPAÑA
Batallas y combates



BATALLA DE ALARCOS (19 de julio de 1195)

Desastrosa y sangrienta derrota del ejército castellano del rey Alfonso VIII frente al emperador almohade Jacub ibn Yusuf.

La muerte de Alfonso VII, que había reunido en su persona las coronas de León, Castilla y Aragón, dió lugar a una nueva división de los reinos entre sus hijos. El reino de Castillo recayó en Sancho III, que falleció al poco tiempo de ser entronizado, dejando el reino a su hijo Alfonso VIII, a la sazón un niño de tres años.

La minoría de edad de Alfonso VIII fue turbulenta, pero al alcanzar la madurez se convirtió en un tenaz guerrero empeñado en conseguir la unidad de los reinos que había conseguido su abuelo y en avanzar la reconquista contra los musulmanes del sur peninsular.

A los 15 años las Cortes de Castilla le declararon mayor de edad, e inmediatamente recobró los territorios que los reyes de León y Navarra le habían quitado durante su minoría de edad. A continuación se alió con el rey de Aragón para apoderarse de Cuenca, Iniesta y otras fortalezas, aprovechando que Jacub ibn Yusuf, emperador de los almohades, se encontraba fuera de la península. Enardecido por sus triunfos, penetró en el reino musulmán de Sevilla hasta Algeciras, desde donde escribió al emperador almohade retándole a pelear. Yusuf regresó de África a la cabeza de un numeroso ejército y se dispuso a marchar contra los castellanos, que esperaban refuerzos de leoneses y navarros.

Ambos ejércitos se avistaron en Alarcos. El ejército castellano era muy inferior en número a los musulmanes, y varios jefes aconsejaron al rey Alfonso VIII que no trabase combate hasta que se incorporasen las tropas procedentes de León y Navarra. Pero el joven rey desoyó estos consejos y ordenó el avance de sus huestes.


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Las tropas musulmanas ocupaban la llanura que se extiende al pie del cerro donde estaba el castillo de Alarcos, sobre cuya altura y apoyadas en la fortaleza se extendían las fuerzas castellanas. 8.000 jinetes cubiertos de hierro se lanzaron a galope desde las alturas contra los sarracenos, pero la carga fue rechazada por éstos. Los castellanos repitieron la carga por segunda vez, y fueron de nuevo detenidos. Los castellanos lanzaron de nuevo una tercera carga con tal ímpetu que por fin lograron romper el centro de la línea enemiga, defendida por un tal Yahía, que resultó muerto en el choque. Pero los musulmanes enviaron en ese momento a sus reservas, que envolvieron a los cristianos por completo y dando comienzo una espantosa carnicería. Para aumentar el desastre, los musulmanes atacaron el collado donde se hallaba el grueso de las tropas castellanas y el estandarte real.

Los cristianos perdieron unos 10.000 caballeros y casi todas las huestes de las órdenes militares. El propio rey Alfonso VIII escapó milagrosamente de la horrible matanza, y se refugió en Toledo con los escasos supervivientes de su diezmado ejército.

La derrota de Alarcos provocó una serie de luchas intestinas entre los cristianos, pues Alfonso VIII acusaba a los reyes de León y Navarra de haberle abandonado frente al emperador almohade.






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