HISTORIA MILITAR DE ESPAÑA
Batallas y combates



BATALLA DEL SALADO (30 de octubre de 1340)

Victoria del rey Alfonso XI de Castilla y León sobre Abul-Hassan, emperador de Marruecos.

Tras las conquistas de Murcia, Córdoba (1241) y Sevilla (1248) por parte de Fernando III de Castilla (1220-1252), y el de las islas Baleares y el reino de Valencia por Jaime I el Conquistador (1212-1276), el impulso de la Reconquista quedó paralizado por luchas intestinas entre el trono y los nobles, y entre estos entre sí.

El rey Alfonso XI reanudó las luchas contra los musulmanes con fortuna variada: en un principio derrotó en Lebrija un ejército de 15.000 infieles, pero su flota (26 galeras al mando del almirante Jofre) fue derrotada por una flota africana de 250 naves.

Alentado por este éxito, Abul-Hassan, emperador de Marruecos, desembarcó un numeroso ejército (algunas fuentes hablan de 600.000 soldados) en los alrededores de Algeciras, para emprender el sitio de Tarifa junto a las tropas de Yussuf-Abul-Hajiab, rey de Granada. Dando muestras de una sorprendente actividad, el rey Alfonso XI improvisó una flota: 12 naves genovesas a sueldo, 15 galeras del rey de Aragón y una escuadra de su aliado, el rey Alfonso IV de Portugal. Simultáneamente, concentró en Sevilla un ejército de 40.000 peones y 18.000 jinetes castellanos y portugueses para enfrentarse a los aproximadamente 140.000 granadinos y marroquíes que estaban sitiando Tarifa.

El 15 de octubre de 1340 los reyes de Castilla y Portugal partieron de Sevilla al mando de su ejército aliado, y llegaron frente a Tarifa en 14 jornadas. Los musulmanes levantaron el cerco y tomaron posición en unos cerros cercanos, a los que el río Salado, río de corto curso, que nace en Tarifa y muere en el mar a tres kilómetros de ésta, servía de foso. Todos los vados y puentes del río estaban protegidos por fuertes destacamentos de caballería. La caballería granadina ocupaba la parte más ancha del valle y a la derecha de la línea; un recodo del río, en forma convexa hacia las posiciones musulmanas, formaba un entrante entre las tropas granadinas y las marroquíes.

La noche del 29 al 30 de octubre el rey Alfonso XI envió un destacamento de sus tropas a unirse a los defensores de Tarifa, que se incorporó a la plaza tras poner en fuga un destacamento de caballería africana que se les enfrentó. Una vez en ella, les puso al corriente del plan de ataque del dia siguiente y de su papel en la batalla.

Al amanecer del 30 de octubre la hueste castellana descendió al valle formada en tres columnas que marchaban una detrás de la otra. A su izquierda marchaba la hueste portuguesa, formada casi exclusivamente por caballería y reforzada con 3.000 jinetes castellanos. Un cuerpo de peones armados de picas y ballestas marchaba entre ambas huestes. Una vez en el valle, las tres columnas castellanas desplegaron en tres líneas, con ordenes de cruzar el río. La primera línea no pasó el río debido a la desobediencia de su jefe a las órdenes del rey. Sin embargo, la vanguardia de la segunda línea atravesó el río por un puente situado próximo a la angostura del valle. Tras asegurar el paso, el rey Alfonso XI envió la caballería ligera a que lo cruzara; las tropas de la primera línea, enteradas de la cobarde negativa de su jefe a obedecer al rey, abandonaron a su jefe y se dirigieron al paso para cruzar el río.

Las fuerzas de la primera línea arrollaron los destacamentos musulmanes que guarnecían los pasos del río; seguidamente se dirigieron hacia la cumbre del valle por la parte angosta del mismo, y atacaron el campamento musulmán por la derecha, situado a retaguardia del despliegue musulmán. Por su parte, la guarnición de Tarifa hizo una salida y atacó el campamento musulmán por la izquierda. Los defensores del campamento fueron desalojados del mismo y se precipitaron huyendo hacia el valle, donde combatía el resto de sus tropas.

Mientras tanto, las fuerzas de la segunda línea, al mando del rey Alfonso XI, había pasado el río y combatía contra las huestes marroquíes. Fue necesario hacer entrar en combate a la tercera línea castellana para obligar a retroceder a los mulsulmanes, justo en el momento en que los defensores del campamento musulmán huían acosados por retaguardia.

Por su parte, la caballería granadina había rechazado las diversas cargas que dirigió la caballería portuguesa contra ella; pero fue atacada por el flanco derecho por el cuerpo de peones castellanos que apoyaba a la caballería portuguesa y se vió obligada a retroceder, chocando contra las tropas marroquíes que huían perseguidos por las columnas castellanas. La retirada se convirtió en fuga, y el combate en matanza de moros.

La disposición de las tropas aliadas, enlazadas por un cuerpo de peones, fue clave para el éxito final de los cristianos. Así mismo, el plan cristiano para combinar ataques de frente y flanco con salidas de la guarnición provocaron la derrota musulmana. El principal error de los africanos fue detenerse en sitiar la plaza de Tarifa en lugar de penetrar en el territorio castellano y evitar que el rey Alfonso XI reuniera sus fuerzas.

La consecuencia inmediata de la batalla del Salado fue el sitio de Algeciras, defendida por los musulmanes con tesó y habilidad. El sitio terminó cuatro años más tarde y en él los defensores emplearon artilleria por primera vez.






FUENTES: