Gran victoria del Gran Capitán sobre el ejército francés al mando del duque de Nemours, que perdió la vida en el combate.
Con los refuerzos alemanes recién llegados, el Gran Capitán salió con sus 6.000 hombres el 27 de abril de Barletta en busca del duque de Nemours. Ese mismo día acampó en Cannas, el antiguo campo de batalla de Anibal. Al día siguiente se dirigió hacia Ceriñola formado de la siguiente forma:
La marcha fue muy penosa por el calor y la sed que agobiaban a los soldados. Pero lo aguantaron todo, especialmente al ver que su general, el primero en la fatiga, cedía su caballo a un soldado rendido de cansancio. Por fin llegaron a la vista de Ceriñola, lugar elegido por el Gran Capitán para dar la batalla, y comenzaron los trabajos de preparación del terreno.
Ceriñola era una aldea asentada en lo alto de una loma cuyos declives naturales estaban cubiertos de viñedos. Un profundo barranco discurre el fondo de la loma, sirviendo a modo de foso natural. El Gran Capitán empleó en esta ocasión técnicas de fortificación de campaña, pues antes de la batalla se dedicó a preparar el terreno a su favor. Para ello, los españoles colocaron estacas puntiagudas en el fondo del barranco para impedir el paso de la caballería, y movieron la tierra de los bordes para que se hundiese con el peso de un hombre. Los brazos del foso fueron prolongados para tratar de rodear toda la loma, que fue donde se asentó el ejército. Solo quedó algo al descubierto el flanco izquierdo, que el Gran Capitán trató de fortificar levantando un parapeto y asentando allí la artillería. Durante seis horas los soldados del Gran Capitán estuvieron fortificando la posición.
Una vez instaladas las tropas en el campamento, al caer la tarde los jinetes de Fabricio Colonna trajeron el aviso de la llegada de los franceses. El Gran Capitán aprestó a sus hombres para la lucha y desplegó la Infantería de la siguiente forma:
Dividió la caballería gruesa en dos unidades al mando de Próspero Colonna y Diego de Mendoza y la desplegó a ambos flancos de la posición. La caballería ligera de Fabricio Colonna y Pedro de Paz quedó fuera del campamento. Colocó las piezas de Artillería en una batería, al mando de Pedro Navarro, a la izquierda de la Infantería y protegida por la caballería.
Al llegar los franceses ante la posición española se suscitó una discusión sobre la conveniencia de dejar la batalla para el día siguiente. Ese era el parecer del duque de Nemours. Pero se oyeron voces discordantes tachando esa postura de cobardía, entre las cuales se hallaban las de Chaudieu, coronel jefe de las tropas suizas, e Ivo de Alegre, por lo que el duque decidió dar la batalla inmediatamente. Para ello dispuso sus fuerzas en tres porciones:
Comenzó la batalla con la carga de la caballería de Luis de Ars sobre la izquierda española. Fue detenida por el foso y las estacas de la defensa y diezmada por los fuegos de los espingarderos, escopeteros y artillería españoles dirigidos por Pedro Navarro. En un momento dado estallaron varios carros de polvora españoles, y hubo unos instantes de alarma entre las filas españoles. Pero el Gran Capitán resolvió la situación arengando a sus soldados diciendoles:
- "¡Buen anuncio!... Estas son las luminarias de la victoria."
La noche avanzaba, pero el duque de Nemours quiso aprovechar el incidente para volver a la carga. Su caballería fue detenida y diezmada de nuevo. Tras este nuevo fracaso, el duque de Nemours inició insensatamente con sus jinetes una marcha de flanco ante la posición española en busca de un paso por donde penetrar en el dispositivo defensivo. La marcha se efectuó bajo el terrible fuego de los espingarderos españoles hasta que un tiro de espingarda derribó al duque del caballo y acabó con su vida.
A pesar de la muerte de su jefe el ánimo de los franceses no flaqueó. El coronel suizo Chaudieu se lanzó al ataque del centro del parapeto español, defendido por los piqueros alemanes. Por tres veces llegó hasta el parapeto, y por tres veces fue detenido por aquella muralla de picas infranqueable, hasta que, atacado de flanco por los espingarderos españoles, una bala acabó con la vida del coronel suizo. Sin jefe que les dirigiera, los soldados suizos y gascones se desbandaron y en su huida chocaron contra la caballería ligera situada a su retaguardia, a la cual logran desordenar.
El Gran Capitán comprendió que había llegado el momento decisivo de la batalla, por lo que ordenó un ataque general. Los franceses se desbandaron y fueron perseguidos hasta el campamento del que habían salido aquella tarde camino de la batalla. El ejército francés quedó desecho. Luis de Ars logró refugiarse en Venosa, perseguido de cerca por Pedro de Paz. Ivo de Alegre huyó a Gaeta con sus jinetes sin entrar en combate. Aquella noche Próspero Colonna y otros capitanes españoles cenaron en la tienda del duque de Nemours la comida que éste tenía preparada para su regreso.
La batalla duró lo que el crepúsculo de aquel día, pues no era noche cerrada cuando los españoles lograron la victoria. Las pérdidas francesas fueron de más de tres mil hombres, toda su artillería y equipaje y la mayor parte de sus banderas. Según el cronista Bernáldez, don Tristán de Acuña hizo un recuento de cadáveres por orden del Gran Capitán, y el número resultante ascendió a 3.664, si bien el propio don Tristán reconoció que habría que añadir más de un centenar de muertos más debido a los cadáveres que fueron enterrados sin que él lo supervisara personalmente. Los españoles solo sufrieron menos de cien muertos.
Entre los cadáveres se recogió el del duque de Nemours, al que reconocieron por los anillos que lucía en sus dedos. Don Gonzalo se conmovió ante su vista y derramó lágrimas ante él. Para honrarle dispuso que se le embalsamara y le condujo en andas hasta Barletta con un séquito de cien hombres de armas con hachas encendidas y una escolta de una compañía de soldados. En Barletta se le ofrecieron exequias y se le enterró en el monasterio de San Francisco.
Tras la victoria española se entregaron sin combatir las ciudades de Canosa, Malfi y otras muchas. Pocos días después Nápoles envió al Gran Capitán una diputación de su nobleza y de los principales ciudadanos para ofrecerle las llaves de la capital del reino. El triunfo del Gran Capitán tras la batalla de Ceriñola fue completo y consiguió todo el reino de Nápoles para los Reyes Católicos.
Consideraciones sobre la batalla
La importancia táctica de esta batalla radica en el empleo de las armas de fuego por parte de la Infantería, pues fueron realmente los espingarderos españoles quienes derrotaron a la caballería francesa. Este empleo del arma de fuego por la infantería fue repetido eficazmente por Próspero Colonna en la batalla de Bicoca el 29 de abril de 1522, en la que unos 4.000 arcabuceros españoles pararon el avance de dos cuadros de 15.000 piqueros suizos.
Así mismo, es de destacar la importante labor de fortificación realizada por los españoles, que prepararon el terreno a conciencia para crear obstáculos y asentar las armas de fuego para obtener su mayor potencia contra el enemigo.