Toma de posesión británica de las islas Malvinas, como una muestra más de su voracidad imperialista, y reacción española, cuyo rey Carlos III estuvo al borde de ir a la guerra. No obstante, el incidente se saldó con una nueva humillación y otra muestra más de la incapacidad española de defender sus posesiones.
Las islas Malvinas están situadas frente a las costas de Sudamérica, a unas ochenta leguas al este del estrecho de Magallanes. Su descubridor fue el navegante trujillano Alonso de Camargo, quien en enero de 1540 descubrió unas islas a las que llamó islas Sansón y que los historiadores están de acuerdo en considerarlas como las islas Malvinas. Por otra parte, las islas estaban dentro de la jurisdicción de España según la bula papal Inter Cietera de 1493 y el Tratado de Tordesillas, firmado por España y Portugal en 1494.
Américo Vespucio, navegante florentino al servicio de España, fue el primero en navegar por aguas del Atlántico Sur en un momento en que se puso al servicio de Portugal entre 1501 y 1505; algunos argentinos le atribuyen el descubrimiento del Río de la Plata y de la Patagonia oriental. Dejó escrito que un temporal le alejó de la costa a la altura de la Patagonia, y que avistó "una tierra nueva sin puerto ni habitantes”. Pero esta noticia es tan vaga e imprecisa y tan difícil de confirmar que no puede sostener la pretensión de que Vespucio fuese el primer navegante en descubrir las islas Malvinas.
La expedición de Fernando de Magallanes navegó por estas aguas en 1519, y realizó el primer levantamiento cartográfico de la costa de la Patagonia. Sin embargo, no mencionaron a las islas Malvinas en sus documentos.
En agosto de 1539 una expedición financiada por Gutierre de Vargas Carvajal, obispo de Plasencia, y puesta al mando de fray Francisco de la Ribera zarpó de Sevilla hacia al estrecho de Magallanes para poblar la Tierra del Fuego. Una de las tres naves estaba al mando del navegante Alonso de Camargo. Al llegar al estrecho la expedición sufrió un temporal que hizo naufragar la nave capitana y de cuyos 150 tripulantes nunca más se supo. La segunda nave no pudo atravesar el estrecho, se vio obligada a permanecer seis meses en el cabo Vírgenes y logró regresó a España.
La nave de Camargo se separó del grupo por el temporal; no pudo atravesar el estrecho y a finales de enero de 1540 llegaron a unas islas que llamaron islas de Sansón (es decir, las islas Malvinas). Camargo finalmente pudo atravesar el estrecho, avistó las costas de Chiloé y llegó a Arequipa en agosto de 1540. Poco después de este viaje, el cosmógrafo de la Casa de Contratación de Sevilla, Alonso de Santa Cruz (1505-67), publicó una obra titulada ”Islario general de todas las islas del mundo”, que contenía ciento once mapas con las islas y penínsulas de todo el mundo conocido hasta la fecha, incluyendo los nuevos descubrimientos; en ellos hay un mapa donde figuran dos pequeñas islas en paralelo al estrecho de Magallanes con el nombre de islas de los Leones, lo cual confirma el descubrimiento realizado por Alonso de Camargo.
Pedro Sarmiento de Gamboa también navegó las aguas del Atlantico sur y es fama que vio las islas Malvinas. En 1567 había mandado una de las naves de la expedición de Álvaro de Mendaña a las islas Salomón y Marquesas. En 1578 participó en la escuadra que persiguió al pirata Drake por las costas del virreinato del Perú. En octubre de 1579 hizo un reconocimiento de las costas del estrecho de Magallanes con el propósito de establecer fortificaciones para su defensa, siendo el primero el recorrer el estrecho de oeste a este. Sarmiento hizo un levantamiento cartográfico bastante exacto de las costas y bautizó todos los puertos, ensenadas, arrecifes y puntos notables, además de describir la fauna y la flora que iba encontrando en el recorrido. Llegó al Atlántico en enero de 1580 y se dirigió a España. Una vez llegado logró convencer al Consejo de Indias para poblar y fortificar el estrecho, para lo cual se organizó una expedición que partió de Sanlúcar de Barrameda en diciembre de 1581 y no fue hasta febrero de 1584 que los españoles lograron fundar un asentamiento llamado Purificación de Nuestra Señora. Las inclemencias del tiempo y lo pobre que era la tierra para cultivar hizo fracasar el intento y Sarmiento regresó a España. En una de las navegaciones por el estrecho entre 1580 y 1585 parece ser que Sarmiento avistó las islas Malvinas.
Sin embargo, los británicos afirman categóricamente que el corsario John Davis es quien descubrió las islas Malvinas el 14 de agosto de 1592. Según declaró, tras sufrir una tormenta su nave Desiré llegó frente a las islas Malvinas, donde desembarcó con su tripulación. Allí dice que mataron a 25.000 pingüinos para alimentarse y cargar carne para el viaje de vuelta; la carne se pudrió y tan solo lograron regresar a Inglaterra 14 de sus 64 tripulantes. Los críticos no aceptan la pretensión del descubrimiento de las islas porque la descripción que hizo de ellas se parece sospechosamente al Islario de Alonso de Santa Cruz publicado cincuenta años antes, los detalles que acompañan al relato son muy imprecisos y, por último, su relato apareció después del regreso del navegante holandés Sebald de Weert reclamando el descubrimiento de las islas.
Otro británico que afirmó haber descubierto tierra desconocida en aquellas aguas fue el pirata y corsario Richard Hawking, hijo del tristemente famoso pirata John Hawkings, compañero de fechorías de Drake, que murió frente a San Juan de Puerto Rico derrotado por el general de la flota española don Bernardino de Avellaneda y Leiva. En junio de 1593 Richard Hawking zarpó de Plymouth, Inglaterra, a bordo de su nave Dainty para saquear la costa del Brasil, cruzar el estrecho de Magallanes y atacar Valparaiso y Valdivia. Sin embargo, una escuadra española le dio alcance en las costas del actual Ecuador y le hizo prisionero. Juzgado por la Inquisición, no fue ajusticiado: pasó siete años en las cárceles de Lima, Sevilla y Madrid, y puesto en libertad en 1602. En su relato, el 2 de febrero de 1594 su nave alcanzó los 48 grados de latitud Sur, donde afirmó haber avistado unas tierras que no figuraban en ninguna carta. Los detractores de su pretensión de haber avistado las islas Malvinas hacen la misma crítica que a Davis, además de apostillar que las islas están más al sur.
En 1598 varios comerciantes de Rotterdam financiaron una expedición de cinco naves para viajar a América del Sur, cruzar el estrecho de Magallanes y viajar hasta las Molucas. Una de las naves estaba al mando del navegante Sebald de Weert, quien logró cruzar el estrecho y llegar Pacífico con su navío Geloof; pero días más tarde, tratando de unirse al resto de la expedición, los vientos le obligaron a cruzarlo de vuelta al océano Atlántico. Con su tripulación agotada, decidió regresar a los Países Bajos. En el viaje de vuelta avistó unas islas en enero de 1600 y que, como no existían en las cartas náuticas, las bautizó como islas Sebaldinas, cartografiando un pequeño grupo de ellas, y que en realidad son, en efecto, parte del archipiélago de las Malvinas. Nadie discute el logro de este holandés.
En 1689, el navegante inglés John Strong fue financiado por un tal Anthony Cary, el V vizconde de Falkland, para cruzar el estrecho de Magallanes y navegar hasta las costas españolas de Chile y el Perú con objeto de comerciar en sus puertos. Strong zarpó de Plymouth en noviembre con su nave Welfare. El 27 de enero de 1690 llegó a unas islas separadas por un canal, el estrecho de San Carlos, por el que navegó y bautizó como Falkland Channel en honor a su patrocinador. Strong llamó a las islas como Tierra de Hawkings, en honor al pirata y corsario que afirmó que estuvo en aquellas islas un siglo antes. Strong desembarcó en tierra al día siguiente para coger agua y cazar focas y pingüinos para aprovisionarse de carne, tras lo cual prosiguió su viaje hacia el estrecho de Magallanes.
Durante la primera mitad del siglo XVIII las islas Malvinas fueron visitadas por marineros holandeses, británicos y franceses en sus expediciones hacia el estrecho de Magallanes, pero nadie las ocupó ni fundó ningún puesto o establecimiento. El rey Felipe V autorizó que tres barcos franceses pudieran comerciar con los puertos del virreinato del Perú de la costa del Pacífico; uno de los capitanes, un tal de San Jusan, recaló en las Malvinas en 1722 y las bautizó como isles Malouines en honor a Saint-Malo, que era el lugar donde vivían los armadores de los barcos franceses. A pesar de que los españoles las conocían y tenían cartografiadas como islas de los Leones, el nombre hizo fortuna en su forma deformada como islas Malvinas.
El comodoro Anson, a su regreso a Inglaterra después del fracaso de la segunda pinza contra el dominio español por las costas del Pacífico sur entre 1740 y 1744, trató de convencer al Almirantazgo británico para establecer una base en las islas Malvinas; en tiempo de paz haría comercio en las costas españolas y portuguesas, y en tiempo de guerra serviría como punto estratégico de apoyo logístico y de agrupamiento de buques y tropas. El Almirantazgo tomó nota de su propuesta, pero en principio no hizo nada al respecto. Es de destacar que en 1748 los británicos habían reconocido formalmente los derechos españoles sobre el archipiélago.
El piloto español don Santos Mathei visitó y reconoció de nuevo las islas Malvinas en 1763 y propuso al rey realizar nuevos actos de soberanía para España; Carlos III aceptó, pero se le adelantó una expedición francesa que en 1764 fundó un pueblo en la isla mayor del archipiélago.
En efecto, al finalizar la Guerra de los Siete Años con el tratado de París, Francia entregó voluntariamente la Luisiana a España y se vio forzada a ceder todo su imperio colonial americano a Inglaterra. Ello le obligó a buscar algún medio de compensar sus pérdidas, y se fijó en las islas Malvinas como punto de apoyo para sus proyectadas expediciones al Pacífico. El gobierno francés eligió a un tal Antoine Louis de Bougainville, hermano del famoso académico, para organizar una expedición a las islas, quien aceptó la propuesta de colonizar las Malvinas y preparó dos barcos que zarparon de Saint Malo el 15 de septiembre de 1763. En su navegación hizo escala en el Río de la Plata y el 31 de enero de 1764 llegó a las Malvinas, donde fundó la colonia de Port-Louis el 17 de marzo en la isla Soledad con 150 personas.
La noticia del asentamiento de una colonia francesa en las islas llegó a España y provocó la lógica alarma. El asunto fue analizado por el conde de Aranda y el marino y geógrafo Jorge Juan, quienes vieron enseguida el peligro potencial que significaba para los intereses españoles en el Atlántico sur y en sus travesías y comercio por el Pacífico: si España autorizaba a los franceses asentarse en las Malvinas, los británicos seguirían el ejemplo, algo que debía evitarse a toda costa.
En septiembre de 1764, España comenzó las negociaciones con Francia, cuyo monarca, Luis XV, reconoció los derechos españoles y accedió rápidamente a sus peticiones, y sugirió al gobierno español que negociase directamente con Bougainville. Éste aceptó recibir una la cantidad de 603.000 libras tornesas (al cambio actual, unos 7,3 millones de euros) más un 5% de interés en concepto de indemnización por los gastos realizados.
El 1 de abril de 1767, Bougainville hizo entrega oficialmente de Port-Louis al capitán de navío don Felipe Ruiz Puente, quien le cambió el nombre por el de Puerto de Nuestra Señora de la Soledad, y se convirtió en el primer gobernador español de la isla, dependiente del gobierno de Buenos Aires, en ese momento ocupada por Francisco de Paula Bucareli, hermano del virrey de Nueva España. A partir de entonces los franceses nunca más reclamaron derecho alguno sobre las islas, y España añadió los derechos cedidos de Francia de ser la primera ocupante, a sus derechos de descubridores del archipiélago.
Al acabar la guerra anglo-española con la firma del tratado de paz de París en 1763, los ingleses retomaron el proyecto del comodoro Ansón y su interés por las islas Malvinas. El 21 de junio de 1764, es decir, tres meses después de la fundación de Port-Louis, una expedición bajo el mando del comodoro John Byron, que había navegado con Anson, partió de Inglaterra con orden de tomar posesión de las islas Malvinas para Inglaterra. La expedición fue preparada en el mayor secreto para evitar las seguras reclamaciones españolas. El 23 de enero de 1765, Byron llegó a las islas y fundó un asentamiento en un lugar del noroeste de la Gran Malvina al que bautizó como Port Egmont, en honor al primer lord del Almirantazgo, tomando posesión de las islas y bautizándolas como islas Falkland. El comodoro Byron se limitó a navegar por las inmediaciones de lugar, por lo que no tuvo noticias de la existencia del asentamiento francés realizado por Bougainville.
La noticia llegó a Inglaterra en junio de 1765 y el gobierno decidió enviar una nueva expedición para establecer una colonia permanente en las islas Falkland. El 8 de enero de 1766, el capitán John Macbride llegó a Port Egmont con tres fragatas, un grupo de colonos y material para inmediatamente comenzar a una estación naval que quedaría al mando de un tal comandante Hunt, formada por varias casas y almacenes, una torre de madera y una batería de ocho cañones de a 12 montada en la playa servida por los artilleros de los buques. A su regreso a Inglaterra, el capitán MacBride mostró al Almirantazgo sus dudas acerca de la viabilidad económica de la nueva colonia, pero al añadir que no había encontrado indicios de ocupación alguna, el Almirantazgo prosiguió con sus planes. En marzo los ingleses se enteraron de la existencia del asentamiento francés, pero no fue hasta diciembre, diez meses después, que los ingleses no contactaron con ellos.
Si bien el gobierno español tenía sospechas de las intenciones británicas de asentarse en las Malvinas, el regreso del comodoro Byron en mayo de 1766, cuatro meses después de la fundación de Port Egmont, fue el indicio que convenció al embajador español en Londres, príncipe de Masserano, quien informó al gabinete español de las intenciones británicas. Para añadir más confusión al asunto, en la capitanía general de Buenos Aires se desconocían las actividades inglesas en la zona; el gobierno de Madrid las conocía, pero desconocía si los británicos se habían asentado o no en las Malvinas; no se tenía aún conocimiento de la existencia del asentamiento británico en Port Egmont; algunos creían que las islas Falkland eran distintas a las islas Malvinas; por último, no se tenía claro si los británicos habían establecido asentamientos en otras islas, en la tierra firme del Pacífico meridional o en las costas norte y sur del estrecho de Magallanes.
Ante esta situación, el 2 de octubre de 1766 el rey Carlos III firmó la Real Célula por la que creaba la Gobernación de las islas Malvinas, dependiente de la capitanía general de Buenos Aires. Acto seguido, el gobierno español decidió acelerar la preparación de la escuadra de Ruiz Puente para el proceso de entrega de Port-Louis a los españoles, que se realizaría en abril del siguiente año, 1767. En paralelo, el ministro francés Choiseul había asegurado al rey Carlos III que en caso de tener que expulsar a los británicos por la fuerza, Francia apoyaría incondicionalmente a España; sin embargo, ciertas declaraciones del ministro Choiseul hacían dudar del apoyo francés, que se reforzaron cuando el embajador francés en Londres, un tal Durand, manifestó a Masserano que su país no entraría en guerra contra Inglaterra por el asunto de las Malvinas.
Carlos III solicitó al gabinete un dictamen sobre las medidas a adoptar sobre la ocupación inglesa de las Malvinas. El ministro de marina, Julián de Arriaga, no creía que la guerra fuese la solución, pues además de arruinar a la nación y poner en riesgo los dominios americanos, los ingleses siempre podrían ocupar el archipiélago cuando quisiesen; por tanto, era partidario de reforzar las defensas en América y tratar de convencer a los británicos de que abandonasen la idea. El conde Aranda era más belicoso, y estaba convencido de una victoria española en caso de guerra. En septiembre de 1766 el rey se decantó por enviar una reclamación al gobierno de Londres a través del embajador Masserano.
El tiempo pasaba y el rey Carlos III veía que el asunto no se resolvía con prontitud, que daban larga al embajador con esperas y no recibía una respuesta. Entre tanto, una vez tomada la posesión de la isla como gobernador, el capitán de navío Ruiz Puente realizó a principios de 1768 un reconocimiento del archipiélago, en el que descubrió indicios de presencia extranjera. Finalmente, el 28 de febrero de 1768 el ministro de Marina envió al capitán general de Buenos Aires, la orden de expulsar a los ingleses sin pérdida de tiempo, usando la fuerza si fuese preciso. Poco después el ministro envió al capitán de navío Juan Ignacio de Madariaga al frente de la escuadra que debía enfrentarse a los ingleses. Bucareli recibió la orden a finales de septiembre y rápidamente envió a teniente de fragata Manuel Pando a reconocer las costas de Patagonia, Tierra de Fuego y del estrecho de Magallanes, establecer un puesto en la costa de la Patagonia y expulsar a los ingleses de donde los encontrara.
En noviembre de 1769 el gobernador Ruiz Puente hizo una segunda exploración del archipiélago y esta vez encontró una fragata inglesa en el estrecho de San Carlos, a la que despachó la goleta San Felipe para indicarle que abandonara las aguas de las Malvinas. El gobernador Ruiz Puente encontró el asentamiento inglés de Port Egmond y envió la fragata Santa Rosa y el chambequín Andaluz para tomar nota de las construcciones y obras de los ingleses, dando cuenta a continuación a su superior. Mientras le llegaba la respuesta, envió la goleta San Felipe y la fragata Santa Catalina de nuevo a Port Egmont con un mensaje para el comandante inglés para decirle que si su presencia no se debía ”falta de recursos”, que estaría encantado de proporcionárselos, estaría contraviniendo los tratados firmados entre sus naciones, por lo que le invitada a desalojar el puerto. El comandante Hunt contestó que las islas Falkland pertenecían a su soberano Jorge III por derecho de descubrimiento y prioridad de ocupación, y le exigió que los españoles abandonasen las islas en un plazo de seis meses, bajo amenaza de recurrir a la fuerza para ello. Pocos días después, el comandante Hunt zarpó para Inglaterra para dar cuenta de los sucedido, dejando al mando al capitán Maltby con las fragatas Favourite y Swift (esta última naufragó pocos días después).
En diciembre de 1769 el capitán general Bucareli envió al capitán de fragata Rubalcaba al mando de tres buques con órdenes de expulsar a los ingleses. Rubalcaba se presentó ante Port Egmond el 17 de febrero de 1770, pero su inferioridad numérica le aconsejó no entablar combate, tomar nota de lo que veía y presentar las quejas de rigor.
A principios de marzo de 1770, Bucareli ordenó al capitán de navío Madariaga que se preparara para expulsar a los británicos. Madariaga zarpó el 11 de mayo de Montevideo con las fragatas Industria, Santa Bárbara, Santa Catalina y Santa Rosa, el chambequín Andaluz y un bergantín, para dirigirse a Port Egmont. Llevada a bordo 1400 hombres del regimiento de Infantería Mallorca nº 13, el "Invencible", y 140 cañones de campaña, al mando del coronel don Antonio Gutierrez de Otero, quien veintisiete años después se cubriría de gloria al rechazar el ataque británico a Tenerife, encabezado por el contraalmirante Nelson, en julio de 1797.
El 10 de junio de 1770 el capitán de navío Madariaga se presentó ante Port Egmont. Tanto él como el capitán inglés se mostraron corteses, pero firmes; viendo que no podían hacer nada sino combatir, decidieron no derramar sangre inútilmente. Madariaga desembarcó las tropas con las que cercó el asentamiento inglés y los cañones con los que disparó contra él; los ingleses contestaron por mero formulismo. Acto seguido el español enarboló bandera blanca para solicitar la capitulación de los británicos, que éstos aceptaron: los ingleses podrían abandonar el asentamiento con sus pertenencias.
Al llegar las noticias de lo ocurrido a España, el embajador Masserano fue instruido para que formulara una protesta ante el gobierno británico, al tiempo que explicaba a los ingleses que el capitán general de Buenos Aires se había limitado a expulsar de forma unilateral a unos intrusos de un territorio bajo su jurisdicción que le habían dado seis meses para abandonarlo. El hecho se discutía en los cerrados corrillos del gobierno, en los que se estudiaban los derechos esgrimidos por los españoles. Fue entonces cuando llegó a puerto la fragata Favourite llevando a bordo la guarnición expulsada de Port Egmont. Aquello fue suficiente para exaltar los ánimos del populacho inglés, exigiendo la reparación del insulto, enlazando sus protestas con el apresamiento de varios marineros ingleses en el mes de junio acusados de contrabando en Honduras y acusando a los españoles de haber causado el incendio que días antes se había producido en el arsenal de Portsmouth. Además, el 24 de junio España había prohibido la entrada de muselinas británicas en sus territorios.
En agosto de 1770, Inglaterra y España estaban preparándose para un nuevo conflicto. La opinión pública inglesa pedía la declaración de guerra, el rey Jorge III declaró ante el parlamento que demandaría a los españoles la satisfacción de la injuria cometida sin escatimar en medios para lograrlo, el el gobierno comenzó a preparar una escuadra para enviarla al Atlántico sur. El ministro de Estado español, el marqués de Grimaldi, presagiando el estallido de una nueva guerra contra Inglaterra, solicitó al ministro francés Choiseul dieciséis batallones y otros tantos navíos de guerra; pero el francés contestó con evasivas, dejando claro a Grimaldi que España quedaba sola ante Inglaterra. El conde de Aranda, creyendo aún que contaban con el apoyo de Francia y Nápoles, era partidario de llegar hasta la guerra y bloquear el comercio británico con las armadas de los tres países.
El 17 de septiembre se reunió el gabinete presidido por el rey Carlos III. Allí se puso de manifiesto la dudoda postura de Francia, la posible soledad de España en la crisis y su inferioridad de medios navales frente a los de Inglaterra, por lo que se decidió adoptar una posición conciliadora con los británicos. El 19 de septiembre, dos días después de celebrarse la reunión, se ordenó al gobernador Ruiz Puente que abandonara Port Egmond y trasladara el personal y el material a Puerto Soledad, sede de la capital española del archipiélago, haciendo inventario de los efectos ingleses, y que no dejase señal alguna de la presencia británica en el lugar, dejando la cruz que había levantado el capitán de navío Madariaga como señal de la propiedad española de la isla. En paralelo, a finales de mes se enviaron cinco regimientos completos y cuatro batallones sueltos para reforzar las guarniciones de Puerto Rico, Caracas y Buenos Aires. Además, el gobernador Bucareli fue relevado de su cargo de capitán general de Buenos Aires, para el que nombró al mariscal de campo don Juan José Vértiz y Salcedo, hasta entonces segundo inspector de tropas de Buenos Aires.
Dado que España no podía hacer frente con su flota a la poderosa Armada británica, debía ceder. El embajador Masseranose reunió con los secretarios de Estado británicos lord Rochford y Weymouth, quienes exigieron el abandono español de Port Egmond y un castigo para el capitán general Bucareli. Masserano, instruido por Grimaldi, manifestó que el rey español desautorizaba la expedición de Bucareli y apreciaba devolver Puerto Egmont, que podría presentarse ante la opinión pública como una victoria británica, siempre y cuando no afectara la Soberanía española sobre las Islas y quedaría entonces como antes de la expulsión. Los británicos se negaron, y Grimaldi propuso entonces el abandono de las islas por parte de las dos naciones. En diciembre el embajador Masserano informó al gabinete español que los británicos se negaron a aceptar la última propuesta de Grimaldi, que daban por rotas las negociaciones y que se preparaban para la guerra. El 31 de diciembre llegó a Madrid una carta del rey Luis XV informando sobre la destitución de su ministro Choiseul y afirmando que una guerra con Inglaterra sería fatal para Francia en aquellos momentos. Quedó claro entonces que el Pacto de Familia acababa de romperse, y que España se enfrentaría sola a Inglaterra. Finalmente, Carlos III renunció a entrar en guerra y decidió claudicar.
Tampoco Inglaterra quería entrar en guerra, si bien es cierto que estaba más dispuesta a ella por su indudable superioridad en el mar. El embajador Masserano y el secretario de Estado lord Rochford se reunieron en Londres y acordaron no hacer mención al comportamiento de sus oficiales y autoridades en el incidente, que el rey español manifestara su desagrado por la expulsión de los ingleses de su base de Port Egmond y su pronto restablecimiento, y que el rey inglés considerara la actuación del rey español como ”una satisfacción por la injuria hecha a la Corona de Gran Bretaña”. De esta forma, el 22 de febrero de 1771 se firmaron los documentos que ponían fin al incidente y ambas potencias desmovilizaron las fuerzas navales que tenían listas para comenzar la guerra. España firmó creyendo que no cedía la soberanía de las islas, sino tan solo su ocupación. El 16 de septiembre de 1771 los británicos tomaron de nuevo posesión de Port Egmond, que quedó al mando de un tal comandante Scott.
La crisis parecía cerrada, pero los españoles se alarmaron al saber que el comandante Scott tenía órdenes para seguir explorando las costas de las islas Malvinas y las de la Patagonia con objeto de establecer nuevas bases británicas en el área del Atlántico sur. Por ello, se dieron instrucciones al nuevo capitán general de Buenos Aires, Juan José de Vértiz, que mantuviera el estado de alerta de sus fuerzas. Sin embargo, los problemas financieros de Inglaterra le obligaron a reducir sus gastos militares, por lo que renunció a establecer nuevas bases y estudió la posibilidad de reducir a la mitad la guarnición de las Malvinas, dejándola en unos 25 hombres, si bien esta medida finalmente no se concretó.
El déficit financiero hizo que los británicos aprobaran en 1773 un nuevo impuesto sobre el comercio del té, lo que derivó en el famoso motín del té del puerto de Boston ocurrido en el mes de diciembre, cuyos altercados obligaron a Inglaterra a cerrar el puerto en 1774 y a concentrar la flota en la metrópoli para intervenir en las colonias en caso necesario. En este contexto, lord Rochford informó al embajador español en febrero de 1774 la intención británica de retirar el asentamiento inglés en las Malvinas. El 23 de abril de 1774 el buque Endeavour llegó a Port Egmond con la orden de evacuar el asentamiento inglés, y el 20 de mayo los británicos abandonaron las islas Malvinas. Desde entonces, España ocupó sin interrupción el archipiélago, estableciéndose en él de forma permanente y ejerciendo la administración de las islas desde Puerto Soledad, bajo la autoridad de la capitanía general de Buenos Aires. Inglaterra no volvió a intentar ninguna nueva fundación en las islas ni volvió a discutir la cuestión de la soberanía o los derechos españoles.
En las islas no había colonos y la población permanente consistía en oficiales, tropa y presidiarios, cuya subsistencia dependía de los suministros llegados regularmente desde el continente. Una fragata de guerra permanecía anclada en Puerto Soledad en previsión de posibles ataques británicos y portugueses. Port Egmond era visitado por balleneros británicos y norteamericanos hasta que en 1780 el virrey Vértiz ordenó su desmantelamiento. La actividad de la guarnición era la navegación y exploración de las costas de las islas para evitar los asentamientos no autorizados y el mantenimiento de los cañones de artillería.
Durante la revolución secesionista de mayo de 1810, el gobernador de Montevideo, don Gaspar de Vigodet, decidió concentrar todas las fuerzas militares para enfrentarse al levantamiento y ordenó evacuar la base de Puerto Soledad. En enero de 1811, el último gobernador español de las islas, don Pablo Guillén, cumplió con las órdenes y evacuó la guarnición de 46 hombres, cañones, documentos y otras pertenencias. Antes de irse colocó la siguiente placa:
”Esta isla con sus Puertos, Edificios, Dependencias y cuanto contiene pertenece a la Soberanía del Sr. Fernando VII Rey de España y sus India, Soledad de Malvinas 7 de febrero de 1811 siendo gobernador Pablo Guillén.”
García Diego, Paulino. La estrategia española en el Atlántico sur. La crisis de las Malvinas (1764-1764). Revista de Historia Naval, número 125. Madrid, 2014. Páginas 9 a 26. 2,8 MB.
Herrero Gil, María Dolores. Juan Ignacio de Madariaga Aróstegui: una vida al servicio de la Real Armada. Revista de Historia naval, número 116. Madrid, 2012. Páginas 72 a 92. 4,2 MB.
Instituto de Historia y Cultura Naval. Luisinana. Malvinas. Tomo 7, capítulo VII. 22 páginas, 1,3 MB.
Sitio web de Monografías, sobre Las Islas Malvinas.
Sitio web de Melilla, mar y Medioambiente, sobre el combate de Port Egmond.