Basado en un trabajo del coronel Hº de Ingenieros, retirado, Rafael Paladini Cuadrado (124 Promoción del Arma), en Sevilla, abril de 1986.





El cuerpo incorrupto de Fernando III El Santo, patrón del Arma de Ingenieros, se guarda en la Capilla Real de la catedral de Sevilla, en una urna con cristales dentro de un rico sarcófago de plata cincelada, a los pies de una talla de Nuestra Señora de los Reyes, patrona de la ciudad, venerada por el rey Fernando como Virgen de las Batallas. La pared lateral derecha del sarcófago, el lado que se presenta a los fieles, puede abatirse y deja ver una cortinilla de tisú de oro que a su vez puede levantarse para exponer el cuerpo incorrupto del santo.



Vista de la Capilla Real de Sevilla, con el sargófago del santo al pie de la Virgen de los Reyes. Nótese que se ha abatido la cubierta lateral derecha del sarcófago y se ve la cortinilla de tisú de oro que esconde el cuerpo incorrupto del santo (Foto del webmaster).

Por Real Célula del rey don Felipe V de fecha 30 de junio de 1730, el sepulcro puede abrirse a la veneración de los fieles cuatro veces al año:

  • El 14 de mayo, festividad de san Bonifacio antes del concilio Vaticano II, actualmente de san Matías apóstol, aniversario del traslado cuerpo del santo a su actual urna de la Capilla Real en 1729.
  • El 30 de mayo, festividad de san Fernando y aniversario de muerte en 1252.
  • El 22 de agosto, día de la Octava de la Asunción de Nuestra Señora, en honor a la Virgen de los Reyes, o Virgen de las Batallas.
  • El 23 de noviembre, festividad de san Clemente y aniversario de la reconquista de la ciudad por las tropas cristianas mandadas por el Rey Santo en 1248.

Desde su muerte y hasta 1579 tenemos noticias vagas de honores que se rendían a san Fernando en su sepulcro por parte de los hermanos sastres de la Cofradía de san Mateo. Durante 210 años, entre 1579 hasta 1789, esta cofradía tuvo el privilegio de montar guardia de soberanía ante el santo rey con uniforme y arma de alabarderos. Por un pleito que perdieron ante el Cabildo de la Capilla Real, la cofradía perdió el privilegio en 1789, de forma que hasta 1805 la guardia se montó con los propios capellanes reales, auxiliados por un piquete de ocho soldados al mando de un sargento. El 2 de mayo de 1805 san Fernando es proclamado patrón del Real Cuerpo de Ingenieros, y el 8 de noviembre se recoge el privilegio rey don Carlos IV de que la tropa más privilegiada de la plaza de Sevilla monte guardia de honores ante el santo rey con una compañía con Bandera al mando de un capitán.

Desde 1875 hasta su disolución el 30 de junio de 1995 por aplicación del Plan NORTE, el Regimiento Mixto de Ingenieros número 2, de guarnición en Sevilla, fue la unidad encargada de montar la guardia de honor al san Fernando los días de su exposición a la veneración de los fieles. Desde esa fecha, el relevo ha sido tomado por el Regimiento de Guerra Electrónica número 32.

La ceremonia es posiblemente la única en su especie dentro del orbe cristiano. Una compañía con escuadra de gastadores, banda, música y Bandera, al mando de un capitán, entra en la catedral por la puerta de las Campanillas a tambor batiente en columna de a tres, a paso lento o con arma sobre el hombro a paso ordinario; recorre las naves del templo hasta que la Bandera se sitúa a la altura de la puerta de la Capilla Real. Tras ordenar “alto, descansen y derecha” a viva voz o con el cornetín de órdenes, la compañía queda formada en línea dando frente al altar de la capilla. Tras ordenar “presenten” se da entrada al Himno Nacional. Los acordes del himno llenan todo el templo, la bandera se desplaza lentamente hacia el altar, la cortinilla de la urna de cristal del santo rey Fernando se levanta lentamente descubriendo su cuerpo incorrupto. La escuadra de gastadores toma su posición en la capilla. La fuerza queda en esta posición hasta la hora de cerrar la cortinilla, momento en que se repite el ceremonial en sentido inverso, hasta que la compañía sale por la puerta de los Palos.

A partir de aquí relataremos los antecedentes de esta tradición, que se remonta a unos 450 años de antigüedad. Para ello seguiremos el trabajo mecanografiado y con fotografías que realizó el coronel honorario de Ingenieros, retirado, don Rafael Paladini Cuadrado (124 Promoción del Arma), firmado en Sevilla, abril de 1986. El trabajo tiene en la parte superior de su portada la siguiente dedicatoria manuscrita: "Para Agustín Quesada Gómez, en las vísperas de su ascenso al generalato, como recuerdo de nuestra permanencia en el campamento de Ainzoaín, del Regimiento de Zapadores de Fortaleza nº 2, en donde desempeñçó sus primeras misiones de Teniente.- Con el afecto de un buen amigo y antiguo capitán.- Rafael Paladini." Este trabajo fue entregado por el general Quesada al webmaster para su inclusión en el sitio web de Ingenieros del Rey.





El dia 23 de noviembre de 1248, festividad de san Clemente, las tropas del rey don Fernando III entraron victoriosas en Sevilla, plaza que se rindió tras quince meses de duro asedio. En ella el rey estableció su Corte, desde la cual impulsó su infatigable campaña de reconquista de toda la Baja Andalucía. Durante el tiempo que el rey permaneció en la ciudad, escasamente tres años y medio hasta que le sobrevino la muerte, fomentó las manifestaciones de fe cristiana de los nuevos habitantes, con objeto de tratar de contrarrestar los cinco siglos anteriores de dominación musulmana.

En cierta ocasión, el rey y su segunda mujer, doña Juana de Ponthieu, se encontraron con la procesión de la Cofradía de san Mateo y se unieron a ella[01]. Esta cofradía estaba formada por el gremio de los sastres, calceteros y jugueteros de Sevilla y tenía su sede en un hospital del barrio de la Alfalfa; el rey se unió a la cofradía como Hermano de Honor y le hizo entrega, como símbolo de distinción y de su afecto, uno de los estandartes que concurrieron a la conquista de la ciudad, así como una copia de la imagen de Nuestra Señora de los Reyes.

Aquejado de viejas dolencias y después de una vida plena de fatigas y entregada a continuas campañas militares, el rey falleció en la noche del 30 de mayo de 1252 a la edad de 53 años. Fue sepultado en la Iglesia Mayor, antiguo edificio de la Mezquita Mayor de la ciudad convertido en templo cristiano, en un lugar que se llamó Capilla Real a partir de entonces, que se dispuso de la siguiente forma: “Se separó la parte más oriental de la Mezquita Mayor, dividida por rejas de hierro, y en la que se colocó la Santísima imagen de la Virgen de los Reyes en el tabernáculo portátil de plata que antes la conducía y en la que aún la veneramos”[02]. Desde que murió, el rey Fernando III tuvo culto y veneración de santo, con aprobación de los Ordinarios y el consentimiento de los papas, siendo invocado públicamente su favor[03].



Vista de la Virgen de los Reyes. El rey Fernando III llevaba una réplica en marfil de esta talla bajo la advocación de la Virgen de las Batallas, que se conserva en la cripta de la Capilla Real (Foto del webmaster).

La imagen sedente de la Virgen que se instaló en la Capilla Real es una bellísima talla del gótico francés que, según la tradición, recibió don Fernando como obsequio de su primo el rey don Luis IX de Francia, también canonizado, y de siempre la dispensó una especial veneración hasta el punto de llevar en el borrén delantero de su silla de combate una reducida reproducción, talla en marfil, de esta imagen. Dicha copia se conserva en la cripta de la Capilla Real bajo la advocación de Nuestra Señora de las Batallas. Existían tres copias de esta talla: una se conservaba en la iglesia Colegial de san Salvador, con la advocación de la Virgen de las Aguas; otra estaba en el convento de san Clemente; y la tercera en el convento de san Francisco, en poder de la Cofradía de san Mateo. Las tres copias fueron obsequios ofrecidos por el propio rey Fernando[04].

El hijo de Fernando III, el rey Alfonso X el Sabio, mandó grabar un epitafio en su sepulcro, escrito en lenguas latina, hebrea, árabe y castellana, que dice así[05]:

    “Aquí yace el Rey muy honrado Fernando, Señor de Castilla, é de Toledo, de León, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia, é de Jaén, el que conquistó toda España, el más leal, el más verdadero, é el más franco, é el más esforzado, é el más apuesto, é el más granado, él el más sufrido, é el más humildoso, é el que más teme a Dios, é el que quebrantó é destruyó a todos sus enemigos, é conquistó la Ciudad de Sevilla, que es cabeza de toda España, é passó, y en el postrimero día de Mayo, en la Era de mil doscientos y noventa y dos.

Con el discurrir del tiempo la Capilla Real se convirtió en el panteón de Reyes e Infantes fallecidos en Sevilla, y en el año 1285 alcanzó la prerrogativa de ser incluida entre "Las Abadías del Reyno y Libertad de Dios", especial distinción que le concedió el rey don Sancho IV el Bravo, en forma de Privilegio Rodado, cuyo pergamino original se guarda en el archivo de la Capilla Real[06].





En el siglo XV se derribó la Mezquita Mayor y en su lugar comenzó la construcción de una grandiosa catedral. Del antiguo edificio tan solo se conservaron el alminar, conocido como La Giralda, y el Patio de los Naranjos, lugar de las abluciones preceptivas de los musulmanes.



Vista de la Giralda y la fachada del templo desde el patio de los Naranjos (Foto del webmaster).

En 1525 fueron aprobadas las Ordenanzas de la Cofradía de san Mateo. En ellas se decía que siempre que hubiera algún acto en honor a la memoria del rey Fernando III, los cofrades asistirían vestidos de alabarderos y portando alabardas para rendirle honores de soberanía como su Guardia Real. De esta forma, los hermanos sastres de la Cofradía figuraron en la ceremonia de la traslación del Real Cuerpo a la Capilla nueva en 1579; en la procesión de los Remisoriales de canonización en 1631; y en la propia canonización en 1671, en la que escoltaron al rey “llevando ricas ropas muy costosas”; [...] “en las vísperas, misa y procesión que con motivo de nuevo culto y rezo celebró la Yglesia Cathedad: en cuya solemnidad costeó también la mencionada Cofradía una función en esta Santa y Real Capilla, a que asistió con velas en las manos, habiendo precedido la licencia de los Srs Capellanes de S.M.

Parece ser que a partir del año 1587 el gremio de sastres entró en cierta decadencia, y que años más tarde tuvo que abandonar el hospital de la Alfalfa y trasladarse a una capilla en el convento de san Francisco[07].

Una vez concluida la obra de la actual Capilla Real de la catedral de Sevilla, el rey don Felipe II dispuso en mayo de 1579 el traslado de los restos del rey Fernando III desde la Capilla vieja a la nueva en presencia del arzobispo de Sevilla, del Asistente [08]de la ciudad, señor conde del Villar Don Pardo, y el Regente de la Real Audiencia, don Juan Fernández Cogollos. Estas tres autoridades debían disponer el modo de realizarlo dando al acto la máxima solemnidad, para lo cual el rey les envió una serie de detalladas instrucciones que debían observar, escritas de su puño y letra.

A las siete de la tarde del 13 de junio de 1579 se efectuó la apertura de las “caxas” y la exhumación y el reconocimiento de los restos de los reyes e infantes enterrados dentro de la Capilla Real vieja, en presencia de numerosas autoridades y personajes. A continuación, se les trasladó en procesión hasta la Capilla Mayor de la catedral, donde quedaron depositados en un suntuoso túmulo mandado construir por el rey Felipe II. Al día siguiente, 14 de junio de 1579, los restos del rey Fernando II fueron trasladados a la nueva Capilla Real. Encabezaba la procesión don Fernando de Solís, señor de Ogén y Rianzuela, llevando el pendón de Sevilla inclinado sobre el hombro izquierdo; le seguían los Veintiquatros[09]; detrás marchaban doscientos oficiales sastres de la Cofradía de san Mateo a modo de Guardia Real, vestidos con traje militar de gala con alabardas, “que por la venerable memoria de haberlo sido de ella san Fernando, mantienen la preminencia de representar su guardia en tales funciones[10].

El cuerpo del rey Fernando III fue depositado en la cripta de la Capilla, en un lugar que hoy día constituye el basamento del sarcófago de plata que se construyó en el siglo XVIII, mediante dos lápidas que conservan el epitafio grabado por su hijo el rey Alfonso X el Sabio. Estas lápidas todavía perduran en el lugar en que se colocaron. Los enterramientos del resto de infantes se realizaron igualmente en la cripta.





Tras la canonización del rey Fernando III por el papa Clemente X en 1671, la devoción de los habitantes de la ciudad de Sevilla decidió ofrecer al rey santo un rico sepulcro de plata, para cuya construcción el rey Felipe V contribuyó con 6000 pesos. La obra fue realizada por el afamado maestro platero Juan Laureano de Pina, muy devoto del santo rey, a quien pedía diariamente en sus oraciones que le prolongase la vida hasta poder acabar el sepulcro; el maestro murió a los 80 años.



Vista del sepulcro de san Fernando, obra de afamado platero Juan Laureano de Pina, con la cubierta lateral derecha abatida, mostrando el tisú de oro que esconde a la vista el cuerpo incorrupto de san Fernando (Foto del webmaster).

Finalizado el sepulcro, se señaló el sábado 14 de mayo de 1729 para realizar el traslado del santo. La víspera se extrajo el cuerpo de la caja de madera que lo contenía en presencia del arzobispo de Sevilla, los arcedianos de Sevilla y Carmona, un canónigo de la catedral, el racionero y el capellán mayor de la Capilla Real, quienes vistieron el cadáver con ropas nuevas, pues las que llevaba estaban muy deterioradas por el paso del tiempo; por último, colocaron el cuerpo en una urna de plata sobredorada con cristales en los laterales sobre un colchón y una almohada de tisú de oro con el fondo morado, que se introdujo en otra urna de plata que reposaba sobre una robusta parihuela cubierta por faldones de tisú. El cuerpo quedó así expuesto a la veneración de los fieles.

A las seis de la tarde del sábado 14 de mayo de 1729 se celebró la procesión para el traslado del santo a su nuevo sepulcro. El acto fue muy solemne y estuvo lleno de numerosas autoridades y público en general. El rey Felipe V, su mujer y los infantes portaban en sus manos los ocho cordones de oro que salían de la urna del santo. La carrera estaba despejada y guardada por las compañías de los Regimientos de Guardias Reales de Infantería Española y Valona. Por resolución del rey y según se observaba en otras funciones, portaban el palio diez miembros de los Veintiquatro; cerraba el séquito el arzobispo de Sevilla, vestido de pontifical, y sus asistentes y resto de dignidades mitradas del cabildo catedralicio, a quienes escoltaban los Guardias de Corps.

La antigua Cofradía de san Mateo solicitó hacer la guardia del santo rey Fernando, según el privilegio que acreditaba la costumbre y la tradición, pero el hermano mayor recibió una respuesta del rey que decía que “la novedad de no ocupar en la procesión del sábado próximo la Hermandad del Apóstol San Mateo y Gremio de Maestros de Sastres el lugar que en ella le competía, según la práctica observada en las anteriores procesiones, no debe perjudicar jamás a la misma Hermandad el derecho y la posesión que tienen de ocupar en las procesiones de adelante el mismo lugar y puesto que hasta ahora ha ocupado en las antecedentes[11].



Vista de la Capilla Mayor de la catedral de Sevilla (Foto del webmaster).

La procesión se dirigió hacia la Capilla Mayor de la catedral, donde llegó a las nueve de la noche, quedando el cuerpo del santo expuesto durante tres días a la veneración de los fieles, trascurridos los cuales se restituyó el nuevo sepulcro de plata a la Capilla Real.





Estaba ordenado de antiguo que el cuerpo de San Fernando no podía exponerse a los fieles sin obtener previamente una licencia real que lo autorizara. En vista que en su nuevo sarcófago el cuerpo del santo no corría peligro, protegido por los cristales de la nueva urna, ese mismo año de 1729 el Cabildo de la Capilla Real envió una petición al rey solicitándole que se sirviera señalar los días del año en que el santo podría exponerse para la veneración pública. Estudiada la petición, el Real Consejo de Cámara redactó la respuesta mediante una Real Célula firmada por el rey en Cazalla el 30 de junio de 1730 por la que señalaron cuatro días al año para exponer y venerar el cuerpo de san Fernando:

  • el 14 de mayo, festividad de san Bonifacio, aniversario de la traslación del Santo Cuerpo a su actual urna de la nueva Capilla Real en 1729.

  • el 30 de mayo, aniversario de su glorioso tránsito en 1252.

  • el 22 de agosto, día de la Octava de la Asunción de Nuestra Señora, en honor a la Virgen de los Reyes, o Virgen de las Batallas.

  • el 23 de noviembre, festividad de san Clemente y aniversario de la reconquista de la ciudad por las tropas cristianas mandadas por el Rey Santo en 1248.

El rey añadió en su célula que una de las llaves para abrir la urna debía de guardarla el arzobispo de Sevilla o, en su vacante o ausencia, el Provisor, y la otra llave el capellán mayor de la Capilla Real o el más antiguo en iguales casos.

Posteriormente, por Real Célula despachada en San Lorenzo a 5 de diciembre de 1733, el rey decretó que, en el caso de trasladarse la fiesta de san Fernando, ese día no se habría de descubrir ese día su sagrado cuerpo, sino que debería hacerse el día anteriormente señalado, es decir, el 30 de mayo[12].





Entre 1729 y 1786 la Cofradía de san Mateo descuidó el privilegio de montar la guardia ante la urna descubierta de su Hermano de Honor, san Fernando, posiblemente por razones económicas que obligaron a la cofradía a abandonar el hospital de la Alfalfa y trasladarse a una capilla del convento de san Francisco[13].

En 1786 fue aprobada la nueva regla de la Cofradía, que mantenía en su texto el privilegio de montar la guardia ante el santo. En consecuencia, en julio de ese año los cofrades solicitaron al Cabildo de la Capilla Real que les concediera la gracia de hacer siempre la guardia al santo cuando se expusiese a la veneración pública, solicitud que tuvo entrada en el Cabildo el 21 de julio.



La Bandera se incorpora a su sitio en formación, en la compañía desplegada en la plaza exterior a la catedral, junto a los Reales Alcázares de Sevilla. Mayo de 2005, con ocasión del 200º Aniversario de la proclamación de san Fernando como patrón del Real Cuerpo de Ingenieros (Foto de Villasante, Academia de Ingenieros del Ejército).

Los días 28 de julio y 3 de agosto de 1786 los capellanes reales reunidos en Cabildo aceptaron la petición de los cofrades sastres con dos condiciones: que lograran que el rey, que entonces lo era don Carlos III, les confirmara el privilegio y designara el uniforme a utilizar en el plazo de un año, y que días antes de la guardia contactaran con el capellán mayor para conocer las horas de presentación y permanencia en la Capilla Real, y para ser inspeccionados en sus uniformes, de forma que, si faltase alguna de estas condiciones, se les prohibiría la concesión de futuras guardias.

En el acta del 28 de julio, los capellanes recogieron la tradición de que el rey Fernando III se hizo hermano de la cofradía, que los Reyes Católicos honraron la cofradía con su asistencia en una procesión, el papel protagonista de la cofradía en el traslado de 1579 y en las funciones de canonización de 1671, la declaración de Felipe V de 1729, el hecho de tener el privilegio de “asistir todos los años a la procesión del Corpus, haciendo guardias-monteros ante una imagen de Nª Sª que veneran en su capilla como dádiva del Santo Rey y semejanza de la de Los Reyes que tanto amó, y que permanece en esta Santa y Real Capilla de S.M. y llevando el pendón con que entró victorioso en Sevilla.” El acta añade que “no se despreció que los individuos de la Cofradía del Apóstol Sn Matheo hacen rigurosas pruebas de limpieza de sangre vida y costumbres, para recibirse como hermanos: que se portan en todas sus funciones con el honor y decencia a que son acreedores los privilegios que gozan: y que en todas sus insignias, bancos y utensilios de su capilla usan de armas Reales sin que nunca se les haya puesto embarazo”.

Sin embargo, cuanto todo parecía resuelto y encauzado, un inesperado conflicto surgió cuando los cofrades de san Mateo solicitaron hacer la siguiente guardia, que correspondía al 22 de agosto de 1786, día de la octava de la Asunción de Nuestra Señora. El Juez Conservador de la Capilla Real, don Francisco de Bruna y Ahumada, caballero de Calatrava, del Real Consejo y Oidor Decano de la Audiencia de Sevilla, consideró ridícula la pretensión de los sastres de hacer una guardia vestidos de alabarderos, pues para vestir ese uniforme se requería el permiso del rey; su parecer era que, si deseaban montar a la guardia, lo hicieran de paisano, sin ningún uniforme de tropa. Por ello, el 18 de agosto, cuatro días antes del día señalado para la exposición del santo, el juez Bruna dirigió al capellán mayor un escrito en el que pedía que “no permita que tal cosa se egecute, dándome aviso de cualquier novedad”.

Los capellanes reales se mantuvieron en su acuerdo del 28 de julio y enviaron la respuesta al juez, indicando en ella que “no sería extraño que en una Capilla de S.M. tan ilustre y condecorada como la de Sevilla y para custodia de un cuerpo real tan digno de todas las circunstancias tan dignas de respeto y veneración, se consintiese una guardia con los vestidos y armas que usan los alabarderos en los sitios reales, o como se ha visto en esta ciudad con motivo menos serio.



Con ocasión del 200º Aniversario de la proclamación de san Fernando como patrón del Real Cuerpo de Ingenieros, en mayo de 2005 la escuadra de gastadores de la compañía de honores iba vestida con uniforme de zapador de principios del siglo XIX (Foto de Villasante, Academia de Ingenieros del Ejército).

El juez Bruna contestó insistiendo en lo ridículo que era permitir que los sastres vistieran uniformes de alabardero y que desfilaran desde sus casas hasta la catedral con pífano y tambor, como sabía que pretendían hacer; y previno a los capellanes que si los cofrades se presentaban en 22 de agosto vestidos como pretendían, les impondría una multa de 200 ducados.

El 21 de agosto, víspera de la exposición del santo a la veneración de los fieles, el Cabildo manifestó al juez Bruna que consideraba su postura una intromisión de la que darían cuenta al rey, pues la jurisdicción del juez se limitaba a aquello que fuese “contencioso y judicial”, mientras que la jurisdicción del Cabildo incluía al gobierno económico de la Capilla Real, donde se incluía la asistencia y permanencia de las personas en el interior de la Capilla. Añadía que en el pasado había habido presencia de individuos vestidos y armados como alabarderos, incluso en presencia del rey Felipe II, y que nunca se consideró el hecho como ridículo.

Llegado el día 22 de agosto, los hermanos cofrades de san Mateo se presentaron en la Capilla Real vestidos de alabarderos y rindieron la guardia a san Fernando. Al día siguiente, el juez Bruna impuso una multa de sesenta ducados a los sastres, amenazándoles con otra de doscientos ducados en caso de reincidir. La multa fue pagada por el Cabildo de la Capilla Real, que entendía que el juez se había equivocado y que además remitió lo sucedido al rey y a la Real Cámara de Castilla.

En los tres meses siguientes la petición de confirmación del privilegio de la cofradía llegó a la Corte y se discutió en el Supremo Consejo de Castilla, que el 13 de noviembre emitió una Real Provisión confirmando los privilegios de la cofradía. Pero el Cabildo consideró confusa y poco concreta la redacción del texto real, porque no incluía expresamente la autorización del rey para hacer la guardia, por lo que los días 20 y 24 de noviembre dictaminó que la cofradía debía solicitar otra resolución más clara, si bien mientras tanto les concedió hacer la guardia con el uniforme que deseasen.

Enterado el juez Bruna del contenido de la Real Provisión dirigida a la Cofradía de san Mateo por el Supremo Consejo de Castilla, coincidió en afirmar que la provisión tan solo confirmaba los privilegios de la cofradía de forma general, sin entrar en el detalle de confirmar la guardia con uniformes de alabardero, por lo que el juez insistió el que debía prohibirse a la cofradía el uso del citado uniforme.



La escuadra de gastadores de la compañía de honores, en el interior de la Capilla Real (Foto de Villasante, Academia de Ingenieros del Ejército).

No tenemos constancia de lo ocurrido en la exposición del santo del 23 de noviembre de 1786. Sí tenemos noticia de las exposiciones del año 1787. La primera sería el 14 de mayo, día de san Bonifacio, en que el Cabildo confirmó la autorización concedida en los términos del acuerdo tomado el 28 de julio del pasado año. Los cofrades hicieron la guardia del 14 de mayo con calzones blancos, por lo que el 25 de mayo el Cabildo ordenó a la cofradía que, para la guardia del 30 de mayo, festividad de san Fernando, usasen calzones encarnados, definiendo además el resto de prendas a usar en la ceremonia, debiendo mudar “el color blanco de los calzones en encarnado, quedando su uniforme vestido a casaca y calzón de sarga encarnada con chupa blanca de cotonía, botón plateado y banda encarnada con las armas Reales que se usan.” Tampoco la cofradía tuvo problemas en hacer la guardia del 22 de agosto, pues fue confirmada por el Cabildo de la Capilla Real dos días antes.

A partir de noviembre de 1787 las cosas se torcieron definitivamente cosas para la Cofradía de san Mateo. En octubre recibieron una Real Célula con la nueva resolución del rey sobre su petición de hacer guardia ante el sepulcro de san Fernando. El rey entraba en el asunto del vestido que debían llevar los cofrades, pero no mencionaba la concesión de privilegio alguno para custodiar el cuerpo del santo. Para desgracia de la cofradía, el Cabildo concluyó que la hermandad de cofrades mintió al rey al asegurarle en el escrito de representación el Cabildo había ordenado a la cofradía hacer la guardia con el uniforme de alabarderos, lo cual no era cierto. En consecuencia, en noviembre el Cabildo privó a la cofradía de los privilegios que tenía concedidos hasta el momento, en virtud de no haber obtenido la confirmación real y por haber faltado a la verdad en su exposición al rey. Ni que decir tiene que el juez Bruna celebró el acuerdo tomado por el Cabildo de la Capilla Real. El 17 de noviembre, a falta de seis para la exposición del cuerpo del santo del 23 de noviembre, el Cabildo encargó a uno de sus capellanes que se entrevistase con el Comandante de las Armas de la plaza, amigo suyo, para pedirle “en la puerta de la Capilla.

Posiblemente muy presionado por los cofrades sastres de san Mateo, el 21 de noviembre, dos días antes de la exposición del santo, el juez Bruna cambió inexplicablemente de opinión. Ese día recibió la petición de los sastres para hacer la guardia y el juez accedió. Para ello la víspera de la exposición del santo envió un escrito al capellán mayor para que reuniese el Cabildo durante la madrugada y autorizasen la entrada de los sastres en la Capilla Real para montar la guardia, todo ello antes de abrir la urna del santo. Ante la imposibilidad de reunir a los capellanes por lo intempestivo de la hora y el poco tiempo disponible, y por ser contrario al parecer expresado por el juez Bruna hasta la fecha, el capellán mayor decidió ignorar el escrito del juez y darle explicaciones posteriormente a través de capellán secretario.

A la mañana siguiente temprano, estando el capellán mayor en la Capilla Real antes de que ningún otro hubiera acudido aún, se le presentó un sastre de la cofradía, desaseado, con la pretensión de hacer la guardia, al cual tuvo que despedir diciéndole que la Cofradía de san Mateo ya no tenía la concesión de la guardia. Aquel día nadie excepto los capellanes custodiaron el cuerpo del santo. A las once de la noche, siguiendo las instrucciones del capellán mayor, el secretario del Cabildo se reunió con el juez Bruna; a esta reunión siguió otra a los pocos días y en ellas ambas partes aclararon sus desencuentros, desavenencias y malentendidos, reconociendo el señor juez que obró “engañado y con algún calor” y quedando en contener las pretensiones de los sastres.





A las pocas semanas de aparentemente haber llegado el Cabildo de la Real Capilla y el señor Juez Conservador a un acuerdo, el 23 de enero de 1788 éste concedió inesperadamente de nuevo a los sastres autorización para hacer la guardia, pero con la condición de hacerla vestidos de negro. Esta decisión pareció inapropiada tanto a los sastres como al Cabildo; a aquellos, pues pretendían llevar el elegante uniforme encarnado que habían llevado en otras ocasiones: a éste porque entendían que, primero, la guardia no correspondía ya a la Cofradía de san Mateo por haberles revocado el privilegio, como ya se ha explicado anteriormente, y segundo, porque el color negro que pretendía el señor Bruna no era el más apropiado para montar una guardia real al santo. Por ello, el 22 de febrero el Cabildo tomó la decisión de elevar al rey, a través del ministro de la Guerra, la petición de que “asigne tropa de la más lucida que esté destinada en esta Ciudad, la que con mayor decencia y condecoración de oficial de piquete custodie al Santo incorrupto Cuerpo de Sn Fernando los días que se descubra.

El primer día del descubrimiento del santo del año 1788 se acercaba. Por ello, los hermanos sastres de la Cofradía de san Mateo se dirigieron al juez Bruna y le pidieron que renovara su autorización del 23 de enero para hacer la guardia vestidos de negro, a lo cual el juez aceptó. Conocida esta acción del juez, el Cabildo de la Capilla Real se reunió y el 8 de mayo decidieron que serían ellos mismos quienes harían la guardia al santo, calificando la decisión del juez como terca e irreflexiva, “que contra toda razón da a los sastres un vestido negro que, además de ridiculizar la guardia que quieren hacer, es también contra todo rito y principalmente contra lo determinado por S.M. en la Translación del santo Rey.

Tres días después, los capellanes reales confirmaron su decisión de hacer ellos mismos la guardia al santo “ínterin S.M. provehe una guardia digna”, dando cuenta de ello a los hermanos sastres de la cofradía y solicitando al juez Bruna que tomara acciones preventivas para evitar excesos. Pero el juez se enrabietó contra el procurador representante del Cabildo, le trató con palabras indignas y “vilipendiosas”, se reafirmó en su decisión del 23 de enero pasado y amenazó al Cabildo con una multa de 500 ducados si no cumplían su resolución. El 13 de mayo, la víspera de la exposición del santo en el día de san Bonifacio, los capellanes reales se reafirmaron en su voluntad de prestar la guardia al santo al día siguiente y en tomar nota de cualquier incidente que pudiera ocurrir.



La Bandera se coloca frente al rey santo a modo de homenaje (Foto de Villasante, Academia de Ingenieros del Ejército).

Al día siguiente se produjo un escándalo. A la hora de abrir la urna para exponer el cuerpo de san Fernando en presencia de todos los capellanes reales, se presentó en la Capilla Real un grupo de sastres cofrades de san Mateo con sus vestiduras tradicionales con objeto de montar la guardia al rey santo. El capellán mayor se les encaró y les dijo que ellos no hacían falta, pues ya estaban los capellanes reales haciendo la guardia. Los sastres se resignaron y se retiraron “quedando ... en actitud devota”. Pero al rato dos cofrades se destacaron del grupo, sacaron sus espadas, las terciaron al pecho y se colocaron junto a los capellanes, que estaban en oración. Éstos aceptaron el hecho consumado para no provocar una disputa en el interior de la capilla. Una vez finalizada la exposición del santo, los capellanes reales se reunieron en Cabildo para remitir un escrito de representación al rey “de haber despreciado los sastres y Juez que les consiente el dominio que S.M. dá al Cabildo en sus constituciones” y dar instrucciones a su abogado en Madrid para que solicitase la suspensión de la resolución del juez Bruna.

En las actas capitulares de la Capilla Real no hay ninguna entrada relacionada con la exposición del 30 de mayo de 1788, salvo el acuerdo tomado por los capellanes dos días antes de no causar alboroto en la capilla si se presentasen los sastres. Es de suponer, como hace el coronel Paladini en su trabajo, que los cofrades no se presentaron y que los capellanes hicieron la guardia. El coronel Paladini da por supuesto que el escándalo de lo ocurrido el 14 de mayo llegaría al conocimiento de la Corte, porque en la entrada del 8 de noviembre de las actas capitulares consta la lectura de una carta recibida por el capellán mayor en la que se decía que “haber llegado el informe del Sr Arzobispo sobre la guardia de los sastres; el que notificaba ser bueno y también que tenía por imposible hubiese resolución antes de Sn Clemente”.

Por fin, el 30 de abril de 1789 finalizó el pleito por la guardia de san Fernando. Ese día la Real Cámara de Castilla expidió una Real Cédula por la que sentencia que la Cofradía de san Mateo cesara en hacer “la guardia al Santo Rey, dejándola únicamente al cuidado del Cabildo y que, en caso necesario, se imparta el auxilio del Comandante de las Armas”.

El 11 de mayo se reunió el Cabildo con el pensamiento puesto en la siguiente exposición del santo para dentro de tres días; se acordó solicitar al juez Bruna que notificara a los sastres la resolución real de que la cofradía no siguiera haciendo la guardia, y que los capellanes la harían con un refuerzo de tropa que solicitarían al Comandante de las Armas “cuatro soldados a remuda con otros cuatro y un sargento fuera de la varanda”, tropa que el día 14 de mayo debería acudir por la mañana de 06:30 a 12:00 horas y por la tarde desde las 15:00 hasta las 18:30 horas. Quince días después se repitió la operación para la exposición del 30 de mayo, día de san Fernando.

Es de suponer que se respetaría este formato de guardia en las exposiciones del cuerpo de san Fernando realizadas a partir de esta fecha.



Los fieles desfilan en fila de uno para venerar el cuerpo incorrupto del santo rey Fernando (Foto del webmaster).

El 16 de enero de 1804 el señor Generalísimo Manuel Godoy, Príncipe de la Paz, designó a san Fernando como patrón del recién creado Regimiento Real de Zapadores Minadores. Un año más tarde, el 29 de abril de 1805 el Jefe de Estado Mayor de Ingenieros, mariscal de campo don Antonio Samper, solicitó que el patronazgo de san Fernando se extendiera a todo el Real Cuerpo de Ingenieros en España e Indias. Tres días después, con fecha 2 de mayo de 1805 el Príncipe de la Paz respondió al mariscal Samper que su petición “ha merecido la aprobación de S.M.” Desde este día, san Fernando es el patrón del Arma de Ingenieros.

Ese mismo año de 1805 los capellanes reales se dirigieron al Príncipe de la Paz para decirle que “en los días que se descubre el Santo e incorrupto Cuerpo de Santo Rey su titular, solo se les concede una guardia mandada por un sargento o un cabo, que solamente sirve para contener el desorden que pudiera ocasionar el concurso del pueblo y no para condecorar un sepulcro de tanta veneración, solicitando en consecuencia para los días que se descubra el Santo en lo sucesivo se le señale una guardia mandada por un oficial subalterno, y que la provea el Cuerpo de Tropas más privilegiado que se halle en aquella Ciudad.

Para resolver el asunto, el Príncipe de la Paz solicitó informe al Gobernador general de Andalucía, el capitán general don Francisco Solano y Ortiz de Rozas, II marqués del Socorro y VI marqués de la Solana, quien en su respuesta informó que la tropa militar que se facilitaba al Cabildo de la Capilla Real desde 1789 era “en clase de auxilio y no como guardia, pero que en consideración al esplendor y decoro con que debe ser tratada tan digna reliquia, podría facilitárseles la guardia que solicitan como un obsequio y honor tan justamente debido a un Monarca cuyas virtudes y proezas han hecho tan respetable como digna veneración su memoria”.

El Príncipe de la Paz consideró acertado el dictamen y juzgó “por tanto que debe darse la guardia que pretenden, siempre que en Sevilla haya algún Cuerpo de Tropas si así fuese de la Soberana aprobación del Rey.



El cuerpo incorrupto del santo rey Fernando (Foto del webmaster).

Don Pedro Ceballos Guerra, Primer Secretario de Estado y del Despacho del rey Carlos IV, envió una carta al marqués de la Solana el 30 de septiembre en la que resume todo lo anterior y le comunica que “habiéndose conformado S.M. con el dictamen del Sr Generalísimo, lo traslado a V.S. de Real Orden para su inteligencia y cumplimiento en la parte que le toca”.

Poco después el rey concedería un nuevo privilegio a la guardia daba a san Fernando: una compañía con Bandera al mando de un capitán. El 8 de noviembre de 1805, en una reunión ordinaria del Cabildo, el capellán mayor informó que “se dio cuenta de la gracia concedida por S.M. a instancia de esta su Real Capilla que en los días que se descubre el Santo Cuerpo se le de una guardia mandada por un oficial de la tropa más privilegiada que se halle en esta Ciudad, cuya Real resolución se declaró por el Excmo Sr Capitán General de esta Provincia debe entenderse que dicha guardia ha de ser mandada por un capitán con Bandera como resulta del testimonio de la Real Orden, y oficial original que a este Cabildo a dirigido dicho Sr Ecxmo, cuyos documentos se mandaron archivar para los efectos convenientes”.


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Este es el origen de la tradición de la entrada de los Ingenieros a tambor batiente con bandera y armas al brazo para rendir honores de Jefe de Estado a su santo Patrón san Fernando, una tradición que se remonta, al menos, hasta 1579.




[01] Rivadeneyra, Pedro, S.J. “Vida de los santos”. Tomo II. Barcelona, 1790, pág. 162. 30 de mayo, “La vida de San Fernando”. Citado por Paladini.

[02] Ortiz de Zúñiga. “Anales Eclesiásticos y Seculares de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Sevilla, Metrópoli de Andalucía”. Tomo I. Imprenta Real de Madrid, 1796, pág. 142. Citado por Paladini

[03] Rivadeneyra, op. cit, pág. 177.

[04] Ortiz de Zúñiga, op. cit, pág. 145.

[05] Rivadeneyra, op. cit., pág. 168.

[06] Paladini, op. cit.

[07] Paladini, op. cit., anexo de fuentes consultadas.

[08] El Asistente era un funcionario público que en algunas villas y ciudades tenía las mismas atribuciones que el Corregidor en otras partes. Paladini, op, cit.

[09] Regidores de Ayuntamientos en algunas ciudades de Andalucía, según el régimen municipal entonces vigente. Paladini, op, cit.

[10] Ortiz de Zúñiga nos informa de la traslación de los restos de san Fernando a la actual Capilla Real en el Tomo III de su op. cit., páginas 87-101. En su Tomo I, pág, 145, también nos informa de la preminencia de la Cofradía de san Mateo de representar la Guardia Real de su cuerpo en las funciones públicas en memoria a que en ella se alistó san Fernando. Ambas citadas por Paladini.

[11] Matute y Gaviria, Justino. “Anales Eclesiásticos y Seculares de la Ciudad de Sevilla”. Tomo I, pág. 206 y siguientes. Citado por Paladini.

[12] Matute y Gaviria, op. cit., pág. 217 y siguientes. Citado por Paladini.

[13] Los documentos de este pleito se contienen en las Actas Capitulares de la Capilla Real de la catedral de Sevilla, folios 350-352 y 356-358 del tomo 15, folios 6-7, 26, 28, 32, 33, 44-47, 53-55, 68-71, 101 y 128-130 del tomo 16; folio 7 y 18 del tomo 18. Recogidos por Paladini en su anexo documental sobre el pleito de la Cofradía de san Mateo.



Trabajo del coronel Paladini de abril de 1986, entregado por el general Quesada al webmaster para su inclusión en la web de Ingenieros del Rey: